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A veces escribo en caliente. Sin repasarlo ni pensarlo dos veces. Soltando lo primero o lo segundo que se me ocurre convencido de que como no me lee nadie o casi nadie, se perderá en el olvido. Como tampoco me considero uno de aquellos que escriben convencidos, primero, de lo que dicen y segundo, de que les harán caso porque poseen la razón absoluta. No, a mi me da igual. Lo mismo me importa que estés de acuerdo o no, no escribo para convencerte.

Por ejemplo. Cuanto más convencido estoy de que la humanidad se está volviendo ruin y mezquina, más contento me pongo cuando la realidad me tira por encima un cubo de agua fría. Tengo una teoría que nadie me puede refutar. Los superhéroes existen y están entre nosotros en el día a día. No hacen tanto ruido como Superman, Spiderman o Chungoman, pero igualmente hacen un montón de cosas buenas. No llevan capa, ni antifaz ni lucen un peinado cursi. Actúan y con sus gestos hacen del planeta un lugar mejor.

Podría hablar de muchos pero hoy me centraré, si me lo permites amigo lector, en las madres y los padres. Más concretamente, en los padres y las madres de los niños y niñas enfermos. Y en los pequeños. Son jabatos, pundonor, coraje y ejemplo de constancia. Igual que sus pequeños, a los que la vida no se lo ha puesto fácil y han tenido que optar por luchar en lugar de acurrucarse en el sofá maldiciendo que esto o aquello es injusto. Que lo es, ojo. Mil historias con solo dos finales posibles.

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Hace unos días conocí el caso de La cuadri del Hospi, «una asociación de padres de niños que padecen/han padecido un proceso oncológico del Hospital de Cruces, en Barakaldo» que tiene como uno de sus objetivos «contribuir a normalizar la imagen y vida del niño oncológico y sus familias». Así se definen, pero la acción que los ha hecho darse a conocer es que el cantante Fito Cabrales haya decidido donarles su Harley Davison para que la sorteen. Pero lo que todavía es más bonito es que ha reeditado su canción  «Acabo de llegar» acompañado en los coros por voces de pequeños que padecen esta enfermedad. Algunos han ganado la batalla, otros ya la han perdido, pero allí están inmortales e inmortalizados. Lo primero gracias a los recuerdos de las familias y lo segundo en un videoclip que es una oda a la vida. A la injusta vida.

Pero como te decía, hay miles de historias y solo dos finales posibles. Es por ello que creo que en esta lucha, como en la vida, no solo importa el final, sino cómo vas escribiendo tu historia.

dgelabertpetrus@gmail.com