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En el año 2012 se estrenó la última entrega de la genial trilogía de Batman dirigida por Christopher Nolan. El argumento de la película gira en torno a un villano enmascarado y corpulento llamado Bane que, junto con un grupo de terroristas de la Liga de las Sombras, consigue tomar el control de la ciudad de Gotham gracias a la amenaza de una bomba nuclear. Tras sufrir una emboscada, Batman cae derrotado ante Bane. El villano decide castigarle y lo traslada a una cárcel construida dentro de un pozo inmundo en mitad de un desierto. La única manera de escapar de dicho lugar es trepar por una pared, alcanzar la cima y conseguir saltar hacia un saliente de piedra. Sin embargo, Batman fracasa en dos ocasiones. Su cuerpo cae por el pozo y queda tendido de la cuerda que le sujetaba. Mientras Batman está tirado en la cama quejándose de las heridas, uno de los presos le dice al héroe que no puede escapar porque no tiene miedo a la muerte. Le recuerda que el salto a la libertad no es cuestión de fuerza, sino del espíritu. «¿Cómo vas a triunfar sin el impulso más poderoso del espíritu?», le recuerda el anciano. Batman mira extrañado al preso, ciego y avejentado por los años perdidos en aquel inmundo lugar. «¿Cómo puedo escapar de este lugar», le dice el héroe de Gotham. «Sin cuerda y el miedo te encontrará de nuevo», le replica el viejo. Finalmente, Batman, rabioso por las imágenes de devastación de su ciudad sumida en el caos de los terroristas, decide emprender su huida hacia la libertad. Ataviado solo con una bolsa de provisiones, escala la pared, se para frente al saliente de piedra y salta al vacío. Durante unos segundos, su cuerpo vuela hacia la libertad. Finalmente, consigue alcanzar el saliente mientras el resto de presos, conmovidos por su valentía, gritan al unísono «renace, renace, renace».

¿Cuántas veces hemos tenido que "saltar al vacío" durante nuestra vida? ¿Cuántos proyectos hemos emprendido sin red que nos recoja? ¿Cuántas veces hemos fracasado debido al miedo que teníamos a fracasar? La historia de Batman y la prisión del desierto constituye, sin duda, un interesante relato acerca del miedo que tenemos, en ocasiones, a salir de nuestra zona de confianza. Solo cuando Batman salta al vacío sin cuerda y sin pensar en una segunda oportunidad es cuando alcanza la libertad. En efecto, a medida que vamos adquiriendo experiencia en la vida, nos sentimos más cómodos en el trabajo, en las relaciones sociales, en los viajes que emprendemos y en las cosas que compramos.

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Muchas de las cosas que hacemos en el día a día, en realidad, son una repetición constante de las que llevamos haciendo durante muchos años (a veces, décadas) porque nos hacen sentir seguros. Sabemos que no habrá sorpresas. Este sentimiento nos convierte en animales de costumbres gracias a las cuales evitamos sobresaltos innecesarios, situaciones comprometidas e, incluso, malos momentos. Normalmente, las personas que siempre se encuentran en la zona de confianza suelen alertar de los terribles peligros que existen más allá de ella. Consideran que se trata de una especie de frontera con un país aquejado de los males más terribles del planeta. Sin embargo, cuando salimos de nuestra zona de confianza, podemos aprender muchas cosas nuevas, conocer otras personas y experimentar otras sensaciones. A medida que amplías tu "¡zona de confianza"¡, te sientes más seguro ante los nuevos retos y no te importa embarcarte en nuevas aventuras. La valentía impulsa nuestras decisiones. La razón sopesa los peligros. La ilusión empuja las ideas hacia horizontes que nadie conoce. Y es, precisamente, en esta zona de aprendizaje donde se producen los grandes descubrimientos, donde la imaginación y el trabajo de una o varias personas encuentran soluciones a los errores del pasado y establecen las primeras piedras del camino hacia un mundo más justo.

Si Batman viniera a España, se dirigiría a todas aquellas personas que, de una u otra forma, se encuentran al final del pozo y les diría: «Cree en ti. Eres el protagonista de tu vida. Lo que tú no decidas, seguramente lo harán otros por ti. Gestiona tus miedos y crecerá tu autoestima. Sé valiente y tendrás una nueva visión de la realidad llena de oportunidades». No tengas miedo a saltar pues –como decía el escritor Gustave Flaubert- «si miras al cielo acabarás por tener alas».