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Un 63 por ciento de los españoles cree que las mujeres no valen para ser científicas de alto nivel. El dato proviene de una encuesta europea realizada por encargo de la Fundación L'Oréal y lo recordó Alicia Sintes, doctora en Física y codescubridora de las ondas gravitacionales, en el momento de recoger el premio «Menorca per la Igualtat» que conceden las mujeres del PSOE. Allí estaba ella para recordar un porcentaje que demuestra cuan profundamente anclados están en nuestra sociedad los estereotipos, y también para encarnar precisamente que son mentira, y que se pueden vencer.

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Pero siguen pesando y mucho. Coincide la apreciación de esta doctora, que reivindica acabar con los clichés sexistas que alejan a las jóvenes de la ciencia, con el nacimiento de una nueva asociación en Menorca, dedicada a apoyar y motivar a niños con altas capacidades intelectuales y sus familias. Echa a andar a la par que el protocolo para identificar a estos alumnos en las escuelas. Y de nuevo, encontramos ese machismo, más sutil aquí que en otras partes del mundo pero no por ello inexistente, que hace que un argumento masculino pese más en el trabajo, o que las niñas oculten sus capacidades.

Es el camuflaje de la supervivencia, cuando una sociedad no te valora por tu potencial intelectual sino por la estética, o cuando te culpabiliza, por intentar compatibilizar familia y carrera. Un 55% de los europeos cree que la mujer que se esfuerza por acelerar su ascenso profesional lo hace a costa precisamente de la familia. «Las niñas creen que las van a querer más por ser hermosas y no por ser inteligentes», dice la coautora de ese protocolo, la profesora Rosabel Rodríguez, y hay que decirles que no. Que valen, para las letras, los números o lo que se propongan, que el máximo atractivo está en el cerebro, no en la talla de sujetador.