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Parecen estar de acuerdo los que saben de estas cosas cuando aseguran que las barricas de madera las empezaron a fabricar los galos. La fecha no está del todo reconocida pero tuvo que ser a principio de la Edad Media, allá por el 470- 500 d.C. No fueron concebidas en sus orígenes para afinar o almacenar vinos, sino más bien para el transporte de alimentos sólidos, manteca, tocino, carne salada y pescado ahumado. Hasta que alguien, por necesidad o por atrevimiento, probó a transportar agua y vino para los barcos que habían tomado toda la mediterránea como mejor atajo para mercadear, piratear, saquear o conquistar por las bravas cualquier población o tierra mal defendida.

Un buen día alguien (bendito sea), acertó a llenar unas barricas de madera con vino, seguramente un fraile o un monje, estando como estaban necesitados de vino para consagrar la santa misa desde la fidelidad de perpetuar a Jesús en su mensaje a toda la humanidad cuando Éste, en la Última Cena comparó el vino a su propia sangre. De manera que en abadías o monasterios, aquellos religiosos principiaron darle noble cuna a lo que hasta entonces no habían sido más que vinos vagabundos, huérfanos de linaje, más emparentados con el vinagre que con un caldo merecedor de ser llamado por su calidad vino. Y les garantizo que una de las maneras de conseguirlo tuvo muchísimo que ver con aquellas primeras barricas de madera.

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Solo tras el descubrimiento de América y aún bastantes años más tarde, se empezó a utilizar el roble americano, bastante diferente en su comportamiento ya hecho barrica, tonel, pipa o bocoy al comportamiento del roble francés. En cualquier caso, aquellos religiosos que dios tenga en su gloria, ya se habían percatado que la madera de las barricas transmitía una herencia olfativa, gustativa y colorívora a los vinos. También por observación y por cata, cayeron pronto en la cuenta que uno de aquellos envases nuevos liberaba con mucha rapidez y potencia olores, colores y sabores de sus duelas. Y que de no trasegar pronto aquellos caldos a barricas ya envinadas (1) y liberadas de su potencial transmisor, un vino podía malbaratarse. Luego, con el tostado de las duelas (fogata que se lleva a cabo en el interior de esos envases para darle a la madera su curvatura para conseguir un depósito ovalado) como consecuencia, la madera se chamusca, y eso hace que adquiera sabores y aromas nuevos. De ahí viene luego cuando se bebe una copa de vino, lo de los toques de 'vainilla', 'café', 'maderas nobles', 'cuero"', 'torrefactos', etc., de los vinos, de manera que todo el potencial organoléptico final de una gran vino, tiene un débito de agradecimiento con aquel bendito invento de los galos y la forma de afinar, criar y conservar el vino. Unos depósitos las barricas que en su primogénita función servían para la intendencia de boca sólida a los mareantes en sus singladuras. Sobre este apartado de barricas, botas, pipas o bocoys se puede escribir más de un voluminosos libro y les garantizo que desmenuzar lo que hoy se sabe sobre su fabricación y su irremplazable servicio, si queremos tener buenos vinos, coñacs, armagnacs o whiskys y aun otros destilados nobles, es apasionante.

(1) Envinadas: se dice de las barricas que ya han contenido vino, estando descargadas de lo que una barrica por estrenar lleva en la madera en cuanto a sabor, olor y color. Los fabricantes de whisky de Escocia, desde hace tiempo, han adquirido en Jerez sus barricas envinadas para su producto.