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Españoles, menorquines… Franco ha muerto. Sí, queridos lectores, ya sé que fue hace cuarenta años, pero de vez en cuando debemos recordarlo porque, aunque parezca imposible, hay algunos que aún no se han enterado. Se piensan que las cosas son para siempre, que el dictador de voz aflautada era inmortal, o que el compact disc era el soporte definitivo para la música, ya ven, a los más inmovilistas los cambios les estallan en la cara y les cuesta digerirlos más que a Ana Obregón aceptar su edad.

Y debemos recordarlo también, porque en cuanto uno rasca un poquito el barniz demócrata de ciertos sujetos les sale una vena autoritaria y amenazadora propia de otros tiempos. Mientras la democracia les mantenga en el poder y puedan seguir esquilmando lo esquilmable, ellos se dirán defensores de la libertad de toda la vida, pero cuidado, si los vientos de las urnas les quitan su parcela de poder se les cae la careta y les sale el ordeno y mando, y la testosterona casposa y tirana a borbotones.

Llevan mal que el rey tuviera que abdicar, y que quedará constancia de que lo suyo con Sofía hacía años que no funcionaba, tanta cacería no podía traer nada bueno. Llevan mal que las parejas se puedan divorciar, baste recordar que la liaron parda cuando se aprobó la ley de divorcio allá por el 1981, muchos de ellos después la usaron. Llevan mal que las mujeres puedan decidir sobre su cuerpo, preferían que la interrupción del embarazo solo lo hicieran las mujeres con dinero en Londres, igual por eso son tan firmes defensores de las políticas de Thatcher. Llevan mal que las personas homosexuales se puedan casar, les ha sentado peor que un plato de acelgas a Paquirrín que Irlanda haya aprobado este derecho por mayoría aplastante en un referéndum. Llevan mal que los trabajadores tengan derechos, dicen que eso resta productividad. Llevan mal que erradicar la pobreza sea un acto de justicia y no un acto de caridad. Llevan mal que personas de otros países vengan a vivir al nuestro, pero solo sin son pobres, son xenófobos de billetera.

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En definitiva, todo lo que no sea su democracia, su dios, sus leyes, sus normas, lo llevan mal, rematadamente mal. Eso del dialogo, el acuerdo, la ética, la igualdad, el respeto a las minorías, la solidaridad y la justicia, les suena a chino mandarino, a mala poesía, a filosofía barata, a algo peligroso para sus intereses. Ya dijo un general, hace ahora casi un siglo, que él cuando oía hablar de cultura se echaba la mano a la cartuchera, casi nada.

Les guste o no, todo está en movimiento, no siempre hacia adelante, es cierto, en los últimos tres años el salto hacia atrás ha sido casi de un siglo, pero a pesar de todo también hay saltos inexorables hacia un nuevo futuro novedoso, y no solo en lo tecnológico, como la grabación de un Iphone5 cayendo al fondo del mar en la costa de Menorca que se ha hecho viral en Internet.

Hasta nuestros nombres evolucionan, la última mujer llamada Urraca, nombre muy común en la alta Edad Media, murió en el año 2013, quedan ya pocas mujeres, y son muy mayores, que se llamen Prepedigna o Tiburcia. Según el Instituto Nacional de Estadística los nombres más puestos en el último año a los niños son Hugo y Lucía, pero también vemos que son muy numerosos nombres como Arya, Rimas, Ritaj o Layan.

Comprobado, los tiempos cambian, esperemos que no vuelva la moda de ponerles a nuestras niñas Urraca o Tiburcia, sería una especie de vuelta a la Edad Media, y eso solo es bueno para unos pocos.