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«Cheers» era una serie de televisión en clave de comedia que se empezó a emitir en los años 80, sí lo sé, queridos lectores, el hecho de empezar este artículo citando una seria de hace más de treinta años delata mi edad, pero les aseguro que nunca he intentado esconderla. En dicha serie, que trascurría en un bar de Boston cuyo nombre le daba el titulo, había un cliente que era mi favorito, el orondo Norm. Un habitante de barra de bar empedernido, y aficionado a la cerveza, que gastaba un humor ácido que convertía su triste vida en algo más divertido.

En un escena el dueño del bar le pregunta a Norm que cómo le está tratando la vida, a lo que este responde: «Como un niño sus pañales». Más de tres décadas después me sigo acordando de aquella frase, de hecho ha sido utilizada por multitud de cómicos y guionistas en diferentes momentos. La vida no trataba a Norm precisamente con dulzura, pero su socarronería y su ironía llevada hasta el sarcasmo le daba un giro inesperado a todo, hasta el día más gris tenía algo para contar.

Lo de los pañales, además de un metáfora divertida, es un autentico negocio, pero no el de los niños, cada vez nacen menos porque con esta crisis galopante y eterna a ver quién es el guapo que se anima a tener más hijos. El negocio redondo, pero redondo de verdad, está en los pañales para adultos.

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En el 2014 en Japón se vendieron por primera vez más pañales para adultos que para niños. La esperanza de vida es muy alta y la tasa de nacimiento se acerca al cero, así compañías como Nippon Paper, Daio paper Cop y Unicharm, les hago publicidad gratis porque son niponas y allí no tengo lectores, que si no, ni de coña, han obtenido un beneficio global de 1.100 millones de euros y las previsiones son las de ir a más, es decir cada vez más productos para ancianos y menos para niños. Han hecho de la incontinencia de los adultos una máquina de fabricar yenes.

Dicen que nuestro país, o lo que quede de él, será el más envejecido del mundo en el año 2050, yo creo que se han equivocado en sus previsiones, porque que entre que no se tienen hijos y los jóvenes con talento se largan en cuento pueden, solo quedaremos los viejunos para aguantar las ruinas, sin olvidar que hay algunos jovenzuelos, o persona de mediana edad, que viendo las ideas medievales que comulgan y los carcas que son en general, les podríamos definir como lo joviejos, es decir cuerpos de joven y mente de hace dos siglos.

No sé a qué esperan los tiburones del sector para ponerse las pilas y empezar a fabricar pañales como locos, la celulosa es muy contaminante y poco biodegradable, pero a quién le importa eso cuando hablamos de miles de millones de beneficio, en un planeta, que por otra parte se haga lo que se haga le queda más bien poco de vida. Porque yo separo el cartón, el plástico y el vidrio para poner mi granito de arena, pero basta un «Prestige» soltando chapapote, o una central nuclear petando como la de Fukushima, para que se vaya todo al carajo.

De momento la vida no me trata tan mal como al bueno de Norm, tampoco tengo su manejo de la ironía, y la única incontinencia que tengo, a pesar de mi afición por la cerveza artesana, es la verbal, pero todo llegará. Además me han dicho que los nipones han diseñado unos pañales pantalón la mar de chulos, cuando los del imperio del sol naciente se ponen no hay quien les pare, lo próximo un robot que nos gobierne, por pequeño que sea su disco duro peor que estos no la harán, seguro.