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Parece que era ayer cuando en este país había derechos y libertades. Se acuerdan, queridos lectores, de aquellos tiempos en que un trabajador podía exigir respeto, aquellos días donde nadie se quedaba sin que un médico le atendiese por pobre que fuera, o en el que las personas podían expresar libremente su opinión y protestar cuando algo no les gustaba, no eran perfectos sin duda, pero viendo cómo nos encontramos ahora a uno le entra una cierta añoranza.

No caeremos en el simplismo de afirmar que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque además no es cierto, basta ojear cualquier libro de historia para darse cuenta que los humanos se llevan machacando unos a otros desde las cavernas. A palazos o con bombas de racimo, a lanzadas o tirándose napalm encima, la historia de la humanidad es también la historia de sus continuas e incesantes guerras.

A nosotros no nos han caído las balas como a Ucrania, por no salir de Europa, pero nos han metido en una espiral diabólica que fabrica pobres cada minuto y hace que los ricos estén en riesgo de ahogarse en su abundancia obscena porque sus fortunas no dejan de crecer. Parece que cada mil nuevos pobres, «personas en riesgo de exclusión social» les llaman los técnicos que son muy finos para estas cosas, algún rico almacena un nuevo Ferrari en su mansión. La inmensa mayoría de la población acabará sin dientes por desnutrición, o mala alimentación, mientras un pequeño porcentaje se los pondrá de oro y diamantes en el colmo de la horterada estética a la que nos tiene acostumbrados los que nadan en euros.

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Muchos han salido a protestar, muchos han intentado cambiar las cosas de forma pacífica, muchos han hecho público su malestar, su enfado ante tanta injustica, muchos han canalizado la rabia y la ira y se han embarcado en proyectos sociales y solidarios en defensa de los más desfavorecidos, o del propio planeta al que se están cargando a marchas forzadas. Y lo han hecho, y lo hacen, partiendo de ideologías y creencia muy dispares, pero unidas por el principio básico de limar desigualdad social. Les aplaudo y les presento mis respetos, ellos son los que merecen la pena.

Sin embargo la mayoría sigue en silencio, a lo suyo, bebiendo de las fuentes contaminadas que el poder les suministra, así Telecirco y toda su panda sigue batiendo récords de audiencia, la prensa casposa y subvencionada sin tapujos continúa emitiendo sus pérfidas mentiras, el poder sigue decapitando profesionalmente a los periodistas honrados y machacando cultura y educación para que sus súbditos sean cada vez más ignorantes. El plan les está saliendo redondo, nos han dejado en pelotas y sin casi herramientas para recuperar nuestra ropa. Y todo muy aséptico, muy a lo José Luis Moreno y sus cutre programas, muy a los rayos UVA de la exMato o del exArenas, que por cierto siguen mamando de la teta publica con fricción.

Llegados a este punto solo me queda cerrar fuertes los ojos y esperar mi reencarnación en forma de Michael J. Fox en la película «Regreso al futuro», y con su coche-máquina del tiempo, el DeLorean DMC-12, darle fuerte al condensador de flujo y botar de siglo en siglo hasta encontrar uno donde los que compran yates de lujo no paguen menos impuestos que los que hacen un obra de teatro o escriben un libro, o en el que al menos no se confunda a las victimas con los verdugos. Tampoco vamos a pedir, ni a prometer, un mundo perfecto, eso se lo dejamos a los políticos cuando están en campaña.

conderechoareplicamenorca@gmail.com