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Es una frase hecha Jesús, lo sé, es un arranque poco brillante pero mire es que esta persona cuyo nombre no sé siempre lo dice, lo vocifera, lo baila, lo canta. Es un hombre bien vestido y perfumado, montado en una bici de la ONCE. Y es la alegría del puerto de Mahón, que es donde más le veo por mis rutinas, en los paseos frente al mar, en los barecitos, mientras me deslumbra la imagen de los regatistas con sus optimist. ¿Nunca han pensado qué se puede aprender de la observación? Este hombre es fantástico, vende boletos de lotería con una alegría que llama la atención. Mientras se acerca a su destino y va frenando la bicicleta con su banderín ondeante de la ONCE con un brazo extendido al aire vocifera con ánimo, fuerza e ilusión «alegría que son dos días», «alegría quieren boletos, yo los traigo contentos» o algo así. Una vez que se apea de su vehículo de dos ruedas y sin tubo de escape se marca un baile simpático. Es pura felicidad, me encanta. Una persona curiosa, con una actitud que merece contagiarse.

¿Quién no ha bailado con la música de un establecimiento comercial? Cuando te ponen tu música y vas recorriendo los pasillos del centro comercial con salero desde los congelados hasta la fruta. Momentos donde las neuronas se divierten, juegan con tu cerebro, lo refrescan un poco para que por unos instantes no pienses. Tus neuronas solo quieren que disfrutes. Una vez de Ciutadella a Mahón vi como una pareja aparcaba el coche y con la música que llevaba en ese momento su radio con las puertas abiertas de su vehículo bailaban, se reían. Pequeñas locuras que te dejan un retrogusto agradable para después emular.

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También en el ejercicio de la observación he visto a papás cantar a sus bebés hasta rayar el ridículo chistoso de desconectar a su hijo del llanto. Y es muy divertido y cómico verlos haciendo «la galleta de jengibre» que sale en Shrek. «Hola, pequeño!» con una voz fina, y muy infantil. Ja, ja, me tengo que coger el estómago para no partirme en dos. Un amigo se pone música clásica cuando pasa por calles que son el Bronx para sentirlas diferentes. Es un grupo muy pequeño y reducido que hace estas pequeñas gracias. Son ese tipo de personas que disfrutan del momento y se la pimpla lo que digan los demás. Se dejan llevar por su emoción, su estado de ánimo. Y lo contagian, vaya si lo contagian. Observo, escucho, absorbo el día que amanece para decir «eso me gusta, y lo quiero hacer». Como en las anuncios que zapeas y dices esto me lo compro. Pues ídem, yo voy con la idea de comprar escenas que me den un subidón de alegría y reproducirlo.

@sernariadna