En la presentación de mi primera novela, La crisis de los 50, la atracción era Charly Rechach. Había en la sala, pues, un ambiente más futbolístico que literario. Procuraba yo siempre trenzar en mi exposición el Deporte y la Cultura, para que nadie estuviera, diríamos, en fuera de juego. Me incliné por un futbolista para la presentación, no solo por ser amigo mio y además mediático, sino porque en verdad yo, delante del folio, me sentí más deportista –competidor- que escritor. Ciertamente, hay novelistas extraordinarios, grandes artistas, dentro de la narrativa sustancial; pero solo una minoría consigue enganchar al lector tal y como lo captan los buenos escritores de la narrativa de evasión. En general al escritor le falta el plus de listeza que tiene el jugador de élite. No ha entendido que el primer mandamiento con una pluma debe ser enganchar al lector, lo mismo que para el futbolista es engañar al contrario.
De aquí y de allá
El abuelo de Hawái
10/03/15 0:00
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