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El nivel político que caracteriza a los gobernantes de este país de triste figura roza lo lamentable. Hemos llegado a este punto de la incansable crisis (económica y de valores y de rumbo) como consecuencia de las sucesivas decisiones cortoplacistas y, en muchas ocasiones, chanchulleras, que se han ido tomando. Ahora, con todo ya patas arriba, no se les ocurre otro argumento para justificarse que recurrir al infantil «y tú más». De patio de colegio, pero con sueldos públicos (y cargos apalabrados en el futuro en las empresas privadas que se benefician con sus acuerdos) nada ñoños.

—Oiga, su partido está lleno de corruptos.
—Y el suyo también.
—Pero el suyo, más.
—Usted miente.
—Y usted más.

En las obras de la carretera general de Menorca, los responsables del asunto ya no saben qué responder, aparte de hablar de proyectos de anteriores gobiernos como la variante de Ferreries o del maltrecho dique de Ciutadella, como si eso (más desfachateces, por cierto) exculpara al gobierno actual del Partido Popular de practicar cualquier aberración en esta isla, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Al comparar las megarrotondas con las otras infraestructuras —según ellos ahora, mal planteadas—, admiten que esta actuación va en la misma línea. Otro vertedero inservible.

No contaban los gobernantes con las dimensiones de la protesta, que salió a caminar hace muchos meses para hacerse oír y que ha conseguido estas últimas semanas aparecer en medios de comunicación nacionales —El Objetivo de la Sexta, la Cadena SER, TV3, El Periódico, El País...— y sumar voces contrarias a las megarrotondas de rostros populares como Andreu Buenafuente, Iñaki Gabilondo, Joan Manuel Serrat, Ângels Barceló, Guillem López Casasnovas o Alfred Pastor, entre otros. Gente que ama Menorca y que brinda su popularidad para que se conozca lo que aquí está ocurriendo (más allá de la publicidad engañosa de carretera idílica que han publicado desde el Consell): se están construyendo rotondas de dos pisos que no estaban previstas en el proyecto ganador del concurso público, algunas en suelo rústico e incluso una de ellas, la de Biniai, no va a ninguna parte (de momento).

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Dicen también desde el PP (parece que han ampliado la consigna) que la protesta encabezada por el GOB va a perjudicar al turismo: ¿y no será que lo que va a perjudicar a la imagen de Menorca es el destrozo de su columna vertebral para construir cuatro megarrotondas, sólo en esta primera fase —recordemos que el proyecto afecta a toda la vía—, en un tramo de 10 kilómetros entre Maó y Alaior? ¿No será más dramático para su imagen construir infraestructuras multimillonarias y de dimensiones desproporcionadas para facilitar unos cambios de sentido? ¿Prefieren que guardemos silencio mientras hacen y deshacen?

Las obras de la carretera general le van a costar al PP más caras de lo que creía. Y no sólo en el sentido figurado, porque la empresa que se ocupa de ellas, la UTE formada por las empresas Antonio Gomila y Dragados ya ha pedido más dinero si quieren que siga adelante, casi tres millones de euros de sobrecostes y seguro que no es el último aumento que exigen («más madera», que decían los hermanos Marx: la práctica habitual de los concursos públicos de los últimos años/décadas). No ha sido pues la protesta la que ha paralizado el desastre, sino que es la propia empresa constructora la que está retrasando las obras a la espera de más millones porque dice que el proyecto «está mal hecho2: tampoco contaban/contábamos con este comodín. Acepten las críticas, escuchen a la ciudadanía, dialoguen, replanteen este proyecto salpicado por irregularidades que no responde a las necesidades de la Isla: aún estamos a tiempo.

Y sí, también pensamos en la economía muchos de los que nos oponemos a estas intervenciones fuera de lugar en esta Reserva de la Biosfera, pero en una economía sostenible, que apueste por las energías renovables, por el transporte público, respetuosa con el medio ambiente y a largo plazo. Menorca vivirá, si conseguimos entre todos los que la habitamos que se respete su esencia, precisamente de la belleza de su territorio. De lo contrario, será un punto más en el mapa, igual a cualquier otro: sin más interés que la guerra de precios y aquí, en eso, ya sabemos que salimos perdiendo (no hay más que hacer comparativas con los billetes de avión a otras islas vecinas). Dejen que la naturaleza cubra, a su ritmo, la grieta absurda que han abierto en la Isla. La época del pelotazo y el amiguismo ha caducado, la vigilancia ciudadana del dinero público y la sed de transparencia piden su espacio: ya no caben en un papel lleno de palabras vacías.

@anaharo0