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¿Usted iría de vacaciones a una Isla donde una descomunal obra, la construcción de super-mega-rotondas está destruyendo el idílico paisaje de la Reserva de la Biosfera? A lo mejor duda de si quedan playas vírgenes o si los maquiavelos que han diseñado esta espantosa reforma de la carretera general, no estarán maquinando la construcción de rotondas de doble nivel en los cruces del Camí de Cavalls. La conclusión es evidente: Menorca y su principal producto turístico, el paisaje, se han ido a hacer puñetas.

Realmente, todo muy exagerado. La campaña iniciada fuera de la Isla en contra de la reforma de la Me-1 perjudica más la imagen de Menorca que la obra que se lleva a cabo en si misma. Por lo exagerado del mensaje.

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Quizás Alejandre debía haber aceptado eliminar la rotonda de Biniai y facilitar el pacto, como se hizo con el dique de Son Blanc, con un acuerdo de mínimos, asumiendo que las buenas ideas técnicas pueden ser socialmente imperfectas. Sin embargo, se ha perdido de vista que se trata de la mejora de la principal vía de comunicación de la Isla, con efectos positivos sobre la economía y que, aunque es comprensible que se discuta el diseño de las rotondas soterradas, en mi opinión es evidente que la obra no cuestiona el modelo de protección del territorio y de su paisaje ni la declaración de Reserva de la Biosfera, que ha de hacer compatible la conservación medioambiental con la actividad económica que permite la subsistencia de los residentes.

El GOB se ha ganado una merecida reputación por su defensa del territorio. Estoy convencido de que muchas personas se han sumado a la campaña anti-rotondas por confianza con quien la ha organizado, no por el conocimiento a fondo del proyecto. Administrar esa confianza es una de sus responsabilidades.

La carretera se ha convertido en un símbolo, especialmente político. Pero en lugar de aplicar la política habría que pensar más en la economía.