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El sábado 31 de enero de 2015 nos acercábamos María y un servidor al IFEMA de Madrid para pasar el día en FITUR (Feria Internacional de Turismo).

La entrada costaba 10 euros por persona, 9 el aparcamiento. Comimos (regular), 15 euros por persona. Total, 59 euros. O lo que viene siendo lo mismo, 9.817 pesetas de cuando éstas aún no eran euros. En el pabellón 7 estaban juntos los estands de Balears, el de Menorca pegadito al de Ibiza. Créanme que siento decirlo, pero si la promoción que hace Menorca de su industria, de su potencial turístico, hubiera que medirla por lo que se mostraba al público como reclamo, pues qué quieren que les diga… Apaga y vámonos. Como me dijo un matrimonio que estaba mirando: «Para este viaje a estos no les hacían falta alforjas». En mi opinión y para mi gusto, una verdadera pena.

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Imagínense una especie de mostrador de menos de metro y medio, detrás dos personas atendiendo (que ninguna culpa tenían de la solemne pobreza visual que tenían que defender) y detrás de estos, una especie de póster poco más o menos de las medidas del mostrador, con el mar como fondo y en una esquina alguien montando sobre un caballo y cuatro veces la misma frase: «Equilibrio natural». No pude evitar decirle a María, ¡pero almas de cántaro!, mira tú que no mostrar bien grande algún póster con imágenes de las fiestas de Menorca, otro con alguna taula o talayot, buenas fotografías enseñando nuestra incomparable riqueza talayótica, única en el mundo por sus características y por supuesto una mesa bien adornada con una muestra de artesanía local como tenían otros, y unas bandejas con cuatro fogases y unos taquitos para que la gente probase nuestro excelente queso o nuestra chacinería, sobrasada, cuixot o nuestra peculiar repostería. Unas botellas de gin y unos vasitos para probarlo.

Cuatro botellas de nuestros vinos, como tenían en algunos stands de sitios más remotos, turísticamente casi discretos, zonas apenas conocidas turísticamente hablando, donde te ofrecían un licor, una copa de vino, un chocolate, una taza de té, unos trozos de tortita pringada con algún aliño característico. Probé unos vinos exquisitos de alguna bodega, además con un completísimo soporte explicativo en texto y en espléndidas fotografías para llevarse a casa en una artística carpeta. Bueno, pues de licores y vinos menorquines, no había, que yo lograse ver, ni rastro de su existencia. Y sin embargo, por poner sólo un ejemplo, de Sanlúcar de Barrameda me agencié, para leerlo luego en casa, una perfecta documentación donde se informa al futuro visitante «sobre la ruta de vino de Sanlúcar», «visita a la bodega Delgado Zuleta», «visita centro de interpretación del vino», «visita maridaje», «catas en bodegas» y un larguísimo etcétera que se me hace ocioso seguir enumerando. No obstante, por ser preciso, no quiero dejar sin señalar que aparte, en 12 hojas grapadas, sí pude ver algo de los paisajes de Menorca: Naveta des tudons, el recinto de la taula d'en Salord, una pequeña fotografía con «jaleo típico de las festas» con un caixer y un único caballo negro, otra mínima fotografía con repostería, otra con queso D.O Mahón- Menorca y otra pequeña fotografía con caldera. Claro, que el que pasaba por delante del stand de Menorca no veía nada de todo esto. Lo único que sí percibía era algo extraordinariamente desangelado, nada que ver con algunos stands y con los cuerpos de baile, por ejemplo de alguna provincia de Andalucía o de alguna población africana con sus danzas étnicas, o los bailes de Extremadura con sus trajes regionales o la artística interpretación de un pasaje del Quijote, artesanos trabajando el esparto o el encaje de bolillos, otros trabajando la madera de increíbles relieves. Stands donde atendían con las ropas tradicionales, resultando de un tono lleno de color precioso y sin duda invitando a leer la información que tenían a disposición de los visitantes para saber del lugar que orgullosamente representaban. Por cierto, no quiero dejar de apuntar la importancia gastronómica que daban de algunas regiones sus tour operadores. Personalmente no creo yo que sea algo tan difícil, montar un stand en el FITUR de Madrid que represente mucho mejor lo que Menorca puede ofrecer al visitante. Simplemente, desde su aspecto óptico al pasar por delante.