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Las personas con síndrome de down ya no se ven ni reciben el trato social de años atrás. Si antes eran marginadas por la sociedad, hoy en día están más que integradas. Quizás su futuro se reducía a la compañía de los padres ahora ya no es así, por suerte. La humanidad se ha sensibilizado y las terapias y tratamientos para estas personas han avanzado muchísimo.

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Hace unos días conocí a un bebé con este síndrome y me robó el corazón, mientras lo veía en el 'maxi-cosi' con meses de vida. Sus movimientos lentos son una sutileza encantadora: desde los bracitos hasta la abertura de su boquita me daban paz, tranquilidad, seguridad. Él con su insignificante estatura me estaba aportando muchísimo. Me estaba diciendo «¡ey! detente. No te embales. Disfruta de este momento agradable conmigo. Disfruta del tiempo, que vas muy deprisa». Sus movimientos me dieron pie a bautizarle como Zen, que significa «meditación» en japonés. Y es verdad, es un bebé, que me inspira a 'meditar' mientras lo estrecho entre mis brazos. Me llenó de energía. Me transmitió fortaleza, nada de debilidad. Nunca había tenido esta experiencia tan enriquecedora, de una personita que a primera vista considerarías que necesita más protección que ningún otro ser.

Conozco otras personas con síndrome de down, como al mozo que repone la leche en un supermercado que voy con frecuencia en Valencia, y. por prensa, a Pablo Pineda (actor y escritor «El reto de aprender» (2013), conferenciante). La actriz Concha Velasco protagoniza junto a dos actores con down -Hugo Aritmendiz y Rodrigo Raimondi-, «Olivia y Eugenio», una obra teatral adaptada del escritor Herbert Morote. La actriz Silvia Abascal siempre habla lindeces de su hermana con down. Como el entrenador nacional de fútbol, Vicente del Bosque, con su hijo. Y siguiendo la estela de personas populares, tuve la oportunidad hace dos años de conocer a la familia al completo de Samantha de España, que tiene casa en Alaior, y que uno de sus cuatro hijos tiene down. Guapetón y simpático es poco. Son personas que aportan, es lo asombroso. No tienen maldad ninguna sino ingenuidad y la sonrisa puesta. Quizás uno pueda pensar que una enfermedad como es el down resta, yo pienso que es todo lo contrario suma, siempre y cuando ayudes a esta persona a superarse, a estimularla dentro de sus limitaciones. ¡Tenemos tanto que aprender! No subestimemos al que creemos que es débil porque a lo mejor es que nuestros ojos hablan de nuestras flaquezas. Gracias Zen por haberte conocido y cada vez que te vea me transmitas paz. Muchos besos y muchos abrazos porque ese cariño que sin duda tendrás te ayudará a construir tu futuro.