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De pequeño soñabas con convertirte en el Capitán Trueno y acabaste siendo Goliath. Y las Sigrid de este mundo se te mostraron escurridizas... ¡Ay! Existían otras opciones más asequibles, como la de Mortadelo. Pero –verán- a ti no te molaba Ofelia, su acosadora secretaria... De Pepe Gotera y Otilio ya había y sigue habiendo en demasía en este país. Lo dices por lo de sus «chapuzas a domicilio»... ¿Cómo dice? ¿Los héroes de Márvel? Esos (que no defendían los intereses políticamente correctos de la España de tu infancia, que no mataban sarracenos, que no se metían en reconquistas) no llegaban a esos tus parajes y, si finalmente lo hacían, no estaban al alcance de tu mano, o por mejor decir, de tu bolsillo...

Poco a poco fuiste conformándote. Como lo has hecho con la caída de tu pelo, con el auge de tu barriga y con infinidad de cosas... ¿Para qué engañarte? De hecho, el decorado de toda tu vida ha tenido mucho de tebeo. De niño existían Carpantas sin techo que se adormecían bajo los puentes. Y ahora han vuelto, no a golpe de viñetas, pero sí de desahucios. Seguimos siendo pulgarcitos, en lo moral, como ese que dio nombre a una revista que devorabas con pasión y guardabas celosamente en los lugares más impensables de tu casa. Somos enanitos por cainitas, necios y cerrados al diálogo, pero no a la violencia atávica y radical.

Y en esas estáis. Huele hoy (también mañana) a número 13 de la Rue del Percebe, un edificio que todos se empecinan en socavar, sin entender que los escombros, al caer, no saben de distinciones. Así, se reaviva la polémica, jamás soterrada, sobre quién debe mandar en la comunidad tras la abdicación del último presidente... Algunos –los del tercero- pretenden independizarse. Los de las puertas de la izquierda recobran fuerzas y los de la derecha se empecinan en que la cosa va bien, aunque en el buzón haya cada día más currículums solicitando trabajo... Y en las juntas de vecindad nadie escucha a nadie, porque la visceralidad tiene en la sordera uno de sus más claros efectos secundarios... Los niños adultos, jugando al fútbol, mientras tanto, entretienen al personal y los cotilleos de barriada –televisados- se mudan en circos romanos...

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Posiblemente urjan nuevos héroes para que os adecenten el local. Los hubo, pero les cercenaron la palabra. El regeneracionismo sólo habita en los libros y Antonio Machado sigue durmiendo en Colliure. La vida tiene sabor a esperpento y el noventayochismo todavía lo tenéis a vuestro lado...

Visto lo visto, tal vez te/os resulte incomprensible que el número 13 de la Rue del Percebe todavía siga en pie. ¿Por qué no habéis sucumbido del todo? Probablemente, porque los héroes sean, aquí, otros. No llevan calzoncillos rojos, ni se cambian en las cabinas telefónicas. No vuelan (tan sólo en su imaginación). No elaboran telas de araña, sino que, más bien, pretenden liberarse de las que, no Spiderman, sino el capital, urdió para cazarlos. Ya no hay murciélagos justicieros. Los murciélagos son distintos, malvados y chupan vuestra sangre desde despachos con olor a respetabilidad... Y todo –le ruego que me perdone- está hecho una auténtica mierda...

Los héroes son otros –repites-. No tienen capa. Por no tener, no tienen ni nombre. No salen en titulares, ni en espacios de cadenas sectarias. Pero, a fin de cuentas, son los que os salvan... Su heroísmo aparece en esos abuelos que dan de comer a sus hijos y a sus nietos desde un prodigioso equilibrismo económico mientras Esperanza Aguirre no llega a fin de mes. Surge en ese licenciado en periodismo que no puede ejercer porque para ello ya está la troupe de Sálvame. En esos padres que esbozan una sonrisa ante sus hijos minutos antes de perderlo todo. En la solidaridad que emana, casi siempre, de quienes menos pueden permitírsela. En el que suple con su vocación, recortes. En...

Eso os ha salvado. Eso os salva. Por ello –piensas ahora- lo de ser Goliath, después de todo, no está tan mal...