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Circulando en coche hace ya algunos años en el extranjero me llamaron la atención unas enormes vallas, a ambos lados de la autovía, en las que se pedía, se animaba a los conductores, a denunciar a otros que condujeran bajo la influencia del alcohol y otras sustancias. Supuse que probablemente muchos denunciarían, y también pensé que, aunque cada vez más estamos concienciados de los riesgos de ponerse al volante con unas copas, en mi país casi sucedía lo contrario. Aún es corriente circular y que unos conductores avisen a otros mediante ráfagas de luces de la presencia de un control policial. Una especie de costumbre muy al hilo de nuestra clásica picaresca que no se entiende, ¿por qué salvar a quien un día, por sus excesos, puede ser verdugo de alguien que conduce, pasea o va en bici tranquilamente?

Quizás porque todavía prevalece esa imagen de los agentes como 'los malos' de la historia, arrastrando reminiscencias del pasado, que se transmiten a los más jóvenes. Y ello pese a que siempre están ahí para ayudar y la sociedad en las encuestas se lo reconoce, puntuando su labor por encima de la de políticos, banqueros o jueces.

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Por ello, para acercarse a las nuevas generaciones son muy positivas jornadas como la desarrollada en el colegio Antoni Juan de Maó, donde las especialidades de la Guardia Civil han mostrado su labor, con unidades como la canina, la de tráfico o la de detección de explosivos; también lo son las charlas que se ofrecen en centros escolares para advertir a los chavales de riesgos como los que hay en internet. Es el camino a seguir, mostrarse a la sociedad.

Todo lo contrario a la mala gestión de las visitas este pasado domingo en la base naval de Maó, donde la jornada de puertas abiertas al público se cerró a las fotografías y la buena atención a la prensa.