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Se cumple hoy medio siglo de la publicación de mi primer artículo en «Es Diari» (4-6-1964) en el que un joven estudiante de bachillerato que firmaba «Bob» glosaba cierta añoranza veraniega de los compañeros de clase, una matizada nostalgia del ambiente del Instituto de la plaza de San Francisco, con su mítica fuente y el mirador de El Polo. Desde entonces la impostura ha continuado hasta  hoy, en una especie de relación incestuosa con el periódico de la calle de Gracia, pues no de otra manera puede calificarse una relación amorosa con tus  progenitores adoptivos, iniciada en plena adolescencia y consumada cierta Nochevieja en que aquel joven  abandonó a su familia biológica para ir a recibir el nuevo año con su padre periodístico Paco Pons Capó y sus hermanos linotipistas (el incombustible Biel Fiol es el  fiel cronista de la efemérides).

La verdad es que, puesto en esta tesitura conmemorativa, se mezclan muchas sensaciones y emociones. Por una parte la eterna duda de si acerté en mi elección vital de subordinar el periodismo que me brotaba de dentro a la medicina que me venía de herencia, ambiente familiar  y de la propia ilusión  por continuar la labor del padre. Nunca sabré qué hubiera sido de mí si hubiera optado por el olor a tinta en vez del de antisépticos, pero la verdad es que no tenía opción si ambas cosas me atraían con similar fuerza y debía compatibilizarlas con la irrenunciable determinación de vivir en mi isla. No voy a lamentarme ahora cuando sigo disfrutando con mis pacientes y mis artículos en «Es Diari» y no digamos de mis incursiones en «El País» (¡qué insólito placer que te paguen por escribir!)…

Repaso mis viejos escritos y no deja de asombrarme lo poco que uno ha  cambiado en cuanto a filosofía de vida y planteamientos políticos. No sé si es coherencia o vessa, pero sigo aferrado a mis aficiones lectora, escritora y futbolística; necesito una dosis diaria de deporte y contemplación  del paisaje del Po de Mô  (Inés dixit) como el aire que respiro; hubiera preferido ser menorquín británico, me hubiera gustado tener solvencia literaria también en  catalán  para poder pensar mejor en menorquín, me sigue atemorizando navegar cuando el cielo se ensombrece y el mar se riza, me pone  nervioso y algo agresivo que no me dejen comer a mis horas, y continúo alérgico a dogmatismos, fanatismos y desmesuras en general, a excepción de la militancia culé, única rauxa que me permito.

En el plano político estaba y  estoy por el Estado aconfesional y laico garante de la igualdad de oportunidades como en los países del Norte de Europa, es decir, que sigo siendo moderadamente socialdemócrata e insumisamente racionalista, nada partidario, por tanto, de unidades  sagradas ni demás creencias inverificables (patrias incluidas), más allá de la intimidad de cada uno; sigo creyendo que  Europa, con sus naciones diluidas,  es nuestra unidad de destino en lo universal , y deseo legar a mi nieta una Menorca con equilibrio  social y paisajístico, diferenciada del modelo balear, con rotondas, pero las justas,  en fin, que como diría Groucho Marx, estos son mis valores, pero  estoy dispuesto a cambiarlos si me convencen con razones. A partir de ellos y del buen humor, intento ser prudente, veraz, sincero y riguroso. Si lo consigo o no lo han de decir los lectores.
2 Entré en Es Diari con pantalones cortos y con un  gato siamés, Dumbo, y llego  a este punto del trayecto con dos perros westties, Tronya y Allen, y  siendo abuelo. Inés es también conocida por los lectores. Aspiro a tener tiempo de infundirle valores no eternos pero sí útiles para una buena vida, como  cierto recogimiento en un mundo excesivamente acelerado, extravagante y ruidoso, la bondad de la permanente compañía de un libro, de papel a ser posible con su tacto y aroma, la pausa dialogante  sin tecleos  compulsivos, cierta austeridad consumista, la contemplación de S'Illa del Rei  en la bandeja de plata y oro de la Plana de Cala Figuera, quiero contarle historias de corsarios  y piratas trajinando por el más bello puerto del Mediterráneo del que no quisiera que se olvidase por mucho que la vida la lleve allende los mares.

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No se puede escribir cincuenta años en un medio  impunemente. Es decir, sé de sobras que he hecho amigos pero también enemigos. Lo comprobé en los primeros tiempos con multitud de anónimos  que irían arreciando a medida  que más defendía la fusión futbolística en mi ciudad y que disgustaron mucho a mi madre, pobrecilla, y posteriormente al abrir mi blog y constatar cómo los ultra liberales del carajillo party  atacaban mis opiniones con cierta saña y no menos de tapadillo, para disgusto ahora de mi aragonesa indómita quien me convenció para acotarlo a quienes se identificaran, con lo que cesó inmediatamente la polémica ( y la participación en el blog).

Quizás haya sido demasiado transparente (¿impúdico?) y osado, pero sí me gustaría transmitir a mis debeladores  que para mí nunca han sido enemigos. Me enseñaron a amar o por lo menos respetar a mis semejantes y perdonar afrentas,  sin que jamás haya faltado a este mandato ético que considero crucial por agrias que se pongan las cosas. No siento rencor por nada ni por nadie, a excepción del meramente deportivo que mantengo hacia cierto club de fútbol  por las crueldades que me infligió en la infancia a través de aquellos No-Do de goles blancos e inauguraciones de pantanos.

Así que solicito humildemente el perdón de todos quienes  se hayan podido sentir más o menos ofendidos por algún comentario, y me remito al espíritu de mi amigo Oliago Pons para proclamar una vez más mi profundo apego a esta isla y a mi ciudad, Mahón, que  me otorgó el inmenso honor  de que  pudiera declararle mi amor incondicional desde Dalt la Sala, así como mi  aspiración  a una prolongación vital, una cosa que estigui bé, para ver crecer a mi nieta y seguir dando la lata.

Gracias por aguantarme tantos años y larga vida a «Es Diari».