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Sabía que se emitía, sabía que no iba a verlo, sabía que daría audiencia. Sabía que al día siguiente comprobaría las audiencias (share) en páginas especializadas de televisión. Y ahí estaba esa mujer rubia de bote de unos cuarenta años que tiene una hija, Andrea Janeiro, fruto de su relación con el torero Jesulín de Ubrique. ¿Para qué decir su nombre si ya saben a quién me refiero? Y es que nunca falla para la cadena de Silvio Berlusconi -otro que tal-, el polígrafo de esta señorita fue el espacio más visto desde el pasado 20 de septiembre de 2013, ofreciendo el mejor «Deluxe» del año. No hay que imaginar mucho para saber de qué habló: de sus adicciones, de la relación de su hija con su ex, de la mujer de su ex, ...

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Y me pregunto por qué la sociedad ve estas cosas en un tiempo aprovechable para leer, salir con los amigos, jugar a las cartas, besarse con quien amas, contar un cuento a tu hijo, ... ¿Tan mal está la sociedad para ver y escuchar el testimonio de una mujer que se repite como un disco roto? Me sigo preguntando ¿cómo se puede ser espectador y con ello cómplice de escuchar un testimonio de adicciones cuando tiene a su cargo una menor? ¿Dónde está la sociedad para denunciar eso, y asuntos sociales, y esa madre que tanto dice que «por su hija mata»? y digo, ¿no sería coherente que dejara a cargo de su padre a su hija de 16 años hasta que ésta se recupere? Y después, a quién le interesa si su padre va o no va a ver a su hija. ¿Acaso esta mujer favorece que se produzcan encuentros si habla y ataca de esa manera tan vil a la familia de Jesulín? ¡Por el amor de Dios, qué hostigamiento y calvario de mujer! ¡Si solo hizo un kiki con el torero y de ahí a vivir! Me disgusta este perfil de mujer, que comparo con otros mujeres que he conocido gracias a mi espacio «Loba», mujer con empuje» en la Cadena SER Menorca. Mujeres que merecerían minutos de gloria en la televisión y dar de verdad ejemplo para otras mujeres. Niovis, Mercedes, Ana, María, María José, Inma, Paola, Nuria, Montse, Leticia, Pilar, Trini, Ute, Ángeles,... y las que vendrán. De ellas se pueden decir su nombre y bien alto. Prefiero ser testigo y formar parte de alguna manera de sus éxitos tras caminos de experiencias que perder un minuto con esta rubia de bote, de tabique nasal operado. Verla me hace sentir cómplice del daño que causa a su hija adolescente, por la que dice que mata y no sé si no la está matando poco a poco. ¿Qué futuro le espera?. Es también ser cómplice de seguir igual, de una vida sentimental inestable porque es incapaz de independizarse de la sombra del torero, porque aún sigue queriéndole. Esta rubia no alcanza la madurez. Eso sí, en el plató algo muere.

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