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A la Coca Cola se le atribuyen poderes casi curativos. Hoy comprobamos que no es cierto. La poción mágica que en 1886 creó John Pemberton en su farmacia de Atlanta y cuya fórmula secreta describió «Time» el 15 de febrero de 2011 es uno de los símbolos de este mundo mejor en el que vivimos. La vida está llena de curiosas coincidencias. La marca llegó a España poco antes de la Gran Depresión, en 1926, y ahora, en pleno crack, cierra cuatro fábricas embotelladoras, una de ellas en Palma, y puede dejar sin empleo a 80 personas en Balears. Para ellos habrá dejado de ser «La chispa de la vida» (1975), aborrecerán el eslogan «Hay razones para creer en un mundo mejor» (2011) y quizás recuerden el lema «Sin rodeos, está usted despedido» (2002). No creo que se pongan a cantar como en el anuncio.

En marketing se busca lo nuevo continuamente y más con la marca por excelencia. El cierre de plantas de Coca Cola también es otro símbolo. Representa el cambio irreversible. No hay empresa que soporte mayores costes de producción, especialmente laborales, por principios. No hay empleo estable ni seguro. Ni siendo funcionario, ni cajero de banco, ni médico, ni empleado de Coca Cola.

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El marketing solidario es una estafa, porque no se basa en hechos reales. Con la mano derecha aporta dinero a causas benéficas y con la izquierda firma el finiquito de la plantilla, o el contrato para fabricar en China. Hay que vigilar el riesgo de que se reduzcan costes no para salvar una empresa y el mayor número posible de empleos, que lo justifica, sino para optimizar beneficios, lo que en estos tiempos es inmoral.

Alguien puede pretender confundir responsabilidad social corporativa con marketing solidario. Y, mientras, los consumidores, tumbados en el sofá viendo la tele, saboreando una chispeante Coca Cola con queso Mahón.