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Hace veinte años estábamos en crisis, con una tasa de paro del 24 por ciento (ahora ha escalado al 26 por ciento y al 55 por ciento en los jóvenes) y una enorme deuda pública consecuencia de los fastos de 1992, como la Exposición Universal de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona. Una inversión pública que retrasó el crack que le aguardaba al país después de una serie de problemas internacionales como la burbuja inmobiliaria japonesa. En una especie de 'déjà vu' económico aquí seguimos, años después, contemplando los efectos devastadores de la última pompa especulativa pero con dos diferencias: la primera es que de la crisis del 93 se empezó a salir dos años después y la segunda, que a pesar de la mala situación ese año se visaron en Menorca 388 viviendas más que en 2013.

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Los últimos datos ofrecidos por el Colegio de Arquitectos dibujan claramente la saturación de un sector, el de la construcción, que creció hasta el paroxismo y que cayó de una manera dramática en 2008, sin que se pueda ya pensar en recuperar los niveles del pasado.

El exceso de oferta no se ha traducido sin embargo en ese precio de saldo de los pisos de bancos que indican los profesionales como uno de los motivos que frena nuevas promociones. Si uno rebusca entre las presuntas gangas del mercado en muchos casos se encuentra con edificaciones de baja calidad cuando no ruinosas. Los precios se han ajustado, pero el descenso no es acorde con ese batacazo inmobiliario, o al menos no como para ponerse al nivel de posibles compradores que requieren financiación, ahora más difícil. Mucha gente ha tenido que dejar sus casas, pero otros siguen sin poder acceder a esas viviendas. Al final es igual donde pongas las fichas, en esta gran ruleta, la banca siempre gana.