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"No hay cosa útil a menos que sea honesta"
(M.T. Cicerón, 44 a.J.C.,
De Officiis ad Marcum filium, libri tres, XXI).

He llegado a la misma conclusión a la de una mayoría de ciudadanos que atribuyen la causa de la crisis actual, como otras antecedentes a esta, manifestadas en el siglo XX, a la ruptura de la filosofía vinculada al realismo crítico, producida a finales del siglo XVIII; pero que no llegó a afectar a las prácticas sociales, económicas y de administración de justicia hasta pasado más de un siglo. Hoy en día la crisis del pensamiento filosófico predominante es plena y ha deteriorado algunas instituciones sostenedoras del estado social, con todas sus consecuencias indeseables. Ello me lleva a efectuar un recorrido histórico acerca de las doctrinas de filosofía y sus virtualidades no sólo en lo económico. Sobre el particular la teoría de Keynes supuso responder al sentido común después de la segunda guerra mundial, en términos sociales; pero hoy en día las sociedades, sobre todo europeas, están al socaire del neoliberalismo.

El legado ético y filosófico de la Escolástica medieval (Tomás de Aquino, Antonino de Florencia, Duns Scoto y su discípulo Nicolás de Oresmes, como autores destacables), cuyo influjo se observa en la Alta Edad Moderna, revive en algunos planteamientos económico-sociales de Keynes. Por su parte, los mercantilistas formularon opiniones de desigual alcance, sin sujetarse a los límites de la "feliz idea" del pensamiento único que pretende explicar toda la realidad. Reconozco que debido a ello se adaptan mejor que los clásicos a las situaciones de crisis.

Inicio aquí mi análisis a partir de algunas reflexiones básicas propias del realismo crítico. Los humanos gozamos de capacidad de auto-comprensión y de capacidad de trascendencia. La auto-comprensión supone auto-posesión, es decir, la obligación de vivir como criatura o persona que se posee a sí misma y es responsable de sus decisiones. Implica fidelidad con uno mismo, que no se doblega contra la voluntad propia, por fuerte que sea la violencia exterior, lo cual es atributo de la libertad personal.

La capacidad de trascendencia da la verdadera medida de la fidelidad con uno mismo. Todos los bienes que el hombre posee –morales, culturales y económicos- han de estar en función de los demás hombres. Son útiles como instrumentos activos o pasivos al servicio del continuo hacerse del "yo" personal.

Propiedad privada, sí, privativa de unos pocos, no; lo cual requiere regulación de su ejercicio, sin llegar a negarla. En los escolásticos todo se reduce a moderación y equilibrio. El salario no puede nunca referirse al mínimo vital de subsistencia. El dinero es un valor de cambio y se reprime la usura.

Aristóteles enlazó armónicamente lo universal con lo individual. Los universales están en el orden lógico, no en el ontológico, ya que se forman por abstracción. Por el contrario, el individuo se afirma en la realidad ontológica. Lo particular individualiza una esencia abstracta. Entender lo que una cosa es no implica que exista. Existir significa que se está en la realidad, entre las demás cosas individualizadas. La existencia sigue a la naturaleza en un tiempo determinado y concreto.

Este planteamiento filosófico, llevado a la práctica del comportamiento humano permite conciliar o cruzar el elemento objetivo normativo con el propio de cada individuo, lo garantiza el humanismo pretendido, conciliador con la ética de los hombres y mujeres en sociedad. Además convive con la experiencia de la evolución histórica como contexto. Todo lo cual como humano alcanza de lleno a las actividades económicas. De aquí el alcance epistemológico del realismo crítico sobre la ciencia económica.

Entiendo que los principios y derechos individuales son matizados por las responsabilidades sociales de cada individuo, lo cual implica la función del Estado como garante de las acciones plenamente humanistas dentro de la sociedad, que conlleva funciones regulatorias y de fiscalización. El acierto está en optimizar la función de los instrumentos de equilibrio entre lo individual y lo colectivo, al servicio de objetivos complejos, que exige la naturaleza humana observada empíricamente a lo largo de la historia. Las instituciones de servicio público, incluidas las privadas, tienen entidad jurídica y ética.

Algunos filósofos modernos pierden contacto con la realidad, como ocurrió con el nominalismo del siglo XIV, el sensismo de Locke o de Hume, el positivismo decimonónico o el estructuralismo relativista contemporáneo.

En el siglo XVI y durante el XVII inspirado por el nominalismo surgió el antropocentrismo de Maquiavelo al impulsar éste la "moral de situación" e introduciendo la "Razón de Estado". No obstante, por entonces el tomismo entró con fuerza en las universidades de París y de Salamanca.

El realismo crítico, con su distinción entre esencia y existencia, que permite que cada ser pueda ser conocido por el entendimiento humano, fue el principal escollo que impidió a los filósofos encerrarse en la "cárcel" de la Razón. En el siglo XVII Descartes con su duda metódica y mecanicista negaba el camino de los signos (Historia, Cultura y Arte) para estudiar y verificar la naturaleza humana.

La firmeza de la filosofía realista la socavaron los cartesianos y los sensistas británicos. Los economistas resolvieron el principio de la realidad unívoca, distinguiendo entre lo moral y lo científico. Adam Smith ni se planteó el problema porque pertenecía al deismo naturalista. Además, con objeto de encontrar un principio racional que todo lo aclarase, recortaría aquellos aspectos de la realidad que muestran su incapacidad de ser asumidos. Con Adam Smith se instala el individualismo metodológico defensor del laissez faire, fruto de una revisión del mercantilismo y del abandono del realismo crítico al negar la naturaleza trascendente del individuo. Con él aflora la crematística y una serie de contradicciones, que llegan a degradar la función de los trabajadores, cuyo trabajo lo considera como una mercancía cualquiera sometida a la concurrencia mercantil.

Se equivoca Smith en la interpretación de cómo es la realidad, considerando al individuo un ser básicamente egoísta; cuando, por el contrario, la naturaleza humana es trascendente, conforme la define el realismo crítico, siguiendo los filósofos clásicos, los escolásticos, la escuela de Salamanca y a la mayoría de los mercantilistas. El Ensayo sobre la Naturaleza del Comercio en General de Richard Cantillon (1755), primer tratado de Economía política, había sido coherente con el realismo crítico y la experiencia económica; pero Smith hizo una gran síntesis de la Economía política desde el individualismo metodológico, inspirado en el antropocentrismo, el sensismo y el deísmo, doctrinas incompatibles con el realismo crítico.