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Esto es un circo y estamos ensayando el más difícil todavía. En política, en economía, en educación… ¿Cómo están ustedeeeeeees? El mayor espectáculo del mundo está a punto de empezar y promete dejarnos a todos con la boca abierta.

El público observa maravillado a los equilibristas caminando sobre la cuerda floja. Y la cuerda está tan floja, que ya resulta muy difícil mantener el equilibrio y no caer al vacío. Nos tienen a todos con el alma en vilo, los trapecistas y sus arriesgadas acrobacias, para cuadrar las cuentas o alcanzar mayores cotas de poder e influencia. Números de magia prodigiosos: ingresos por aquí, gastos por allá…conejos suizos saliendo de la chistera. Después de todo, el peligro y el misterio nos subyugan y nos mantienen paralizados en nuestros asientos. Son muy emocionantes los ejercicios que desafían el vértigo, la razón, el miedo o la rigurosa y todavía en vigor, ley de la gravedad.

Los domadores de fieras, en cualquier momento pueden tener un disgusto. Con los leones, elefantes o tigres…el del látigo debe dejar claro quien manda, porque al mínimo descuido o titubeo, el show podría acabar en tragedia. Los animales salvajes siguen su instinto natural sin ninguna maldad. Y es necesario respetarlo, si no queremos sufrir daños.

Los payasos del circo son los preferidos de los niños, porque les hacen reír y participar, cantando a voz en grito, con ese tono desenfadado y alegre que ayuda a disipar cualquier sombra de duda o de tristeza. Tal vez hay demasiados payasos actualmente, y sus bromas son algo vulgares, antiguas o gastadas, como esa de "la crisis ya ha pasado, empieza la recuperación y pronto volverá el crédito…" Pero hay gente que con estas cosas aún sigue partiéndose de risa y manteniendo el brillo de la ilusión en la mirada.

Ya dijo el filósofo de la tele, que lo que no tiene audiencia, no existe. Que todo es espectáculo, corrupción y repetir las mismas historias, una y otra vez (El eterno retorno, según Nietzsche). Y dudaba, refiriéndose a la radio, entre Ser o no Ser. Estamos en la era del entretenimiento, del "reality" y, por qué no decirlo, de algunas series de gran calidad. No hay que confundir los asesinatos en serie, con las series sobre asesinatos, tan de moda últimamente. Bueno, las series y la vida real, donde seguimos los juicios más mediáticos, como si todos fuésemos avispados forenses o brillantes "Sherlock Holmes" en potencia.
La cosa empezó con aquello de: "dame pan y llámame tonto", que derivó en "pan y circo". De ahí, a "libertad, igualdad y fraternidad". Y hoy, exigimos "luz y taquígrafos". Ya está bien de chanchullos y tomaduras de pelo y pasta.

Los equilibrismos entre autoritarismo represivo y cachondeo irresponsable; prosperidad infinita y despilfarro bochornoso; centralismo opresivo o independencia insolidaria…nos están poniendo a todos de los nervios. Porque un circo es para pasárselo bien y vivir unas cuantas emociones inocuas. Pero esto está degenerando en un riesgo innecesario, sin control, que nos puede hacer pasar más de un mal rato.

Acabaremos por vivir pendientes de poder comer y volveremos otra vez al famoso punto de partida: "tú dame pan (o trabajo) y llámame tonto".