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Mi nostálgico recuerdo a Adolfo Suárez, al general Gutiérrez Mellado, a Santiago Carrillo y al general Sabino Fernández Campos.

El tiempo sigue su ritmo con su pausada monotonía pero cuando has alcanzado la velocidad de crucero crees que avanza con mayor rapidez, produciéndote la sensación de que se escapa como agua entre los dedos de la mano; sin embargo al superponerlo con determinados referentes personales, como puede ser la edad de tus hijos, compruebas que el día sigue teniendo 24 horas, ni una más ni una menos.

Treinta años son muchos, si utilizase el léxico actual diría que un montón y precisamente son 30 los años que los españoles vivimos la tarde-noche más larga de, en aquel momento, la joven Democracia.

Es normal que dicha fecha, la del 23-F de 1981 sea recordada por todos aquellos que la "padecieron", especialmente por quienes por una razón u otra, nos vimos involucrados en aquella fantasmal asonada que pudo convertirse en la "noche de los cuchillos largos".

Hace unos pocos días en este mismo periódico, Francesc Triay, en entrevista de Pep Mir narraba su experiencia vivida, en vivo y en directo, en el Congreso de los Diputados, por ser miembro del mismo -el único menorquín presente- experiencia que resume y califica de "dramática, de pocas palabras, mucha incertidumbre y miedo, tanto personal como por la Democracia", y fue así, hubo de todo, incluso una cierta alegría y sonrisas más o menos disimuladas entre los nostálgicos, entre quienes no habían asumido que el camino emprendido hacia la "libertad" no tenía vuelta atrás.

Particularmente el 23-F ha sido uno de los episodios recientes que me han atraído con mayor fuerza, simplemente para acercarme un poco más a la verdad de lo acontecido, de ahí que haya leído muchísimo sobre dicho acontecimiento, sin duda la mayoría de lo publicado y he investigado en diversas fuentes intentando sonsacar a unos y otros de los que intuía poseían algún tipo de información no revelada y, gracias a ello, he podido acercarme un poco más a la verdad.

Francesc Triay dice que "supuso el final de una etapa y la aceptación definitiva de la Democracia por parte del Ejército que era uno de los sectores más reacios al cambio", conclusión con la que estoy totalmente de acuerdo, porque aquella asonada no fue protagonizada por el Ejército sino por una parte del mismo, por quienes habían canonizado a Franco y seguían venerándole como a un "dios menor".

También fue una tarde-noche en la que el miedo se adueñó de muchísimos españoles, especialmente entre los que recordaban en carne viva, nuestra incivil guerra fratricida, pero también entre quienes empezábamos a saborear las virtudes de la Democracia porque la vimos peligrar; igualmente hizo presa en todos aquellos que por sus connotaciones políticas sabían que si el golpe prosperaba, el exilio sería la única alternativa posible para evitar un hipotético pelotón o una mazmorra carcelaria "in eternum".

Por mi parte en ningún momento creí que aquel levantamiento, sin pies ni cabeza, tuviera éxito porque creía que la mayoría de los mandos y oficiales del Ejército era lo suficientemente inteligente para comprender que la Democracia era la única alternativa válida para recuperar nuestra propia identidad como nación e integrarnos en la Europa comunitaria; con posterioridad con mis muchos amigos militares, hoy gozando de una merecida jubilación, he comprobado que mi teoría era correcta, incluso uno de ellos, coronel en la reserva, corroboró mi planteamiento con estas palabras: "Del 23-F se han dicho muchas cosas pero casi nunca se ha dicho que entre las causas de su fracaso fuera que los mandos intermedios no estuvieran por la labor, estábamos con la Democracia, unos más convencidos que otros, pero ninguno de nosotros quería caer de nuevo en la sinrazón vivida en un pasado ya superado".

El miedo y la incertidumbre estuvieron provocados por la falta de información, nadie sabía lo que estaba ocurriendo ni la decisión que Don Juan Carlos había tomado, hoy aparece más diáfana y nadie duda de que nuestro Rey estuvo siempre por el "orden democrático establecido", dispuesto a defenderlo y seguir, sin ambigüedades, por el camino trazado; por ello sus palabras, recientemente conocidas, cobran protagonismo, remarcando que aquellos que, con sus actos, puedan provocar una guerra civil, deberán hacerse responsables de ella … palabras que considero estaban avaladas por los Capitanes Generales que le habían confirmado su lealtad, no solo a la Corona, sino también a la Democracia

Hoy cuando el mundo árabe "arde" en busca de la libertad me satisface que en alguno de estos países pidan un "rey como Don Juan Carlos".

En aquella tarde-noche, la del 23-F de 1981, nuestro Rey se ganó el aprecio de los españoles, conviene no olvidarlo, porque la Democracia, al igual que la paz, no es el camino, ya que el camino se hace al andar.