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La dominación musulmana duró en Menorca trescientos años. Exactamente hasta que la isla fue invadida en 1287 por las fuerzas navales del Rey Alfonso III de la Corona de Aragón.

Su desembarco en una pequeña isla en mitad del puerto de Mahón, a partir de entonces denominada "Isla del Rey", significó la llegada del cristianismo a nuestra isla. Ya han transcurrido más de setecientos años.

Tras el posterior desembarco de las tropas aragonesas en la orilla norte del puerto mahonés y después de varios escarceos en las lomas de Binissermenya (muy violentos, según varios autores), las tropas cristianas fueron avanzando hasta los Huertos de Sant Joan (Es Plà des Vergers) donde tuvieron lugar terribles batallas contra los musulmanes. Aún hoy en día se encuentran periódicamente restos de dichas luchas (se descubren nuevos enterramientos) en toda la zona alrededor de las cercanas tierras de Biniaixa.

La conquista continuó avanzando hasta alcanzar finalmente el último núcleo de resistencia que se había atrincherado en la cima de la montaña de Santa Águeda. Vencido el último almojarife menorquín (Abû Umar) las tropas cristianas entraron finalmente en Medina Minurka.

Aquellos tres siglos bajo la cultura árabe dejaron en la isla multitud de restos culturales (arquitectónicos) y, especialmente, denominaciones específicas en la nomenclatura de las tierras de la isla que todavía perduran. La Catedral de la isla se construyó sobre los restos del alminarete de la antigua Mezquita. Donde antes se alababa al Profeta Mahoma, se adoró después a Jesucristo.

Parece ser que hoy nuevos seguidores del profeta Mahoma han regresado a Menorca. Hay núcleos consolidados de ciudadanos musulmanes en Mahón, Ciutadella y, especialmente también, en Alaior. Viven bajo sus propias costumbres y reglas, y tienen sus circuitos sociales bien delimitados. Este nuevo aluvión se produce de forma pacífica y bajo los auspicios de la inmigración laboral. Se considera que la nueva colonia islámica en la isla asciende ya a más de un millar de personas de las cuales, y según supuestos conocedores, varias docenas de ellas podrían tener posturas religiosas radicales.

La convivencia de dos culturas distintas es siempre difícil. En muchas ciudades europeas se evidencia la separación social que producen las distintas formas de entender la vida (espiritual y terrenal) al ampararse bajo distintas y, a menudo, contrapuestas creencias que no son las tradicionales del lugar ni, en nuestro caso, las comunes de todos los europeos.

En ciertas partes de la sociedad menorquina ha cundido la inquietud al saberse que algunos chicos menorquines vienen siendo adoctrinados en las creencias del Islam mientras acuden a actos religiosos musulmanes. También se sabe de la existencia de "hogares polígamos" (consentidos en aquella religión) que incluyen ya la presencia de alguna mujer menorquina.

Aceptar y/o respetar las normas y leyes del país de acogida debería de ser obligatorio. Las polémicas sobre vestimentas y signos religiosos específicos deberían de estar reguladas y regladas por el Gobierno Central para unificar criterios en toda España. No es aceptable que cada ayuntamiento deba (o pueda) "legislar" bajo su particular criterio sobre la permisividad o no de ciertas costumbres. La moda de la multi-culturalidad ha hecho que se retrase la polémica real (y definitiva) sobre la convivencia de distintas culturas y la permisividad de su aplicación en un determinado territorio.

Menorca deberá de enfrentarse, y pronto, a hechos que causan polémica en otras partes de Europa.