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La Fiscalía de Madrid reclama el archivo de las diligencias contra Begoña Gómez, mujer del presidente del Gobierno, a partir de una denuncia sobre tráfico de influencias y corrupción presentada por el colectivo Manos Limpias. Esta acusación desencadena un enorme terremoto político al anunciar el Pedro Sánchez que necesita «parar y reflexionar. Si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor».

Esta inédita decisión, que abre un periodo de inestabilidad y muchas incertidumbres, tendrá numerosas consecuencias. El PSOE, en estado de shock, acusa al PP y a Vox de estar detrás de Manos Limpias, que cobró notoriedad en el juicio del ‘Caso Noós’ contra Iñaki Urdangarín. La política española está degenerando y, para muchos, el fin justifica los medios, lo que es inadmisible. Esta deriva se aprecia en el bajo nivel de los debates y en los insultos y descalificaciones que se dedican los representantes de unos y otros partidos. Nadie está libre de culpa. La denuncia contra la esposa de Sánchez, a la que se acusa de tráfico de influencias sin pruebas conocidas, pone de manifiesto el uso arbitrario –y torticero– que algunos pretenden hacer de la Justicia, como herramienta para obtener sus fines. El presidente asegura que se plantea dimitir y, aunque su mensaje genera incredulidad, se impone una reflexión. No todo debería valer.