TW

La política española lleva tiempo sumida en una intensa crispación. Las posiciones se radicalizan y minan el nivel de credibilidad de sus protagonistas. El espectáculo es diario, de ahí que haya perdido capacidad de sorpresa ante la ciudadanía. Las descalificaciones y los exabruptos ya forman parte de la decoración de las distintas instituciones. Cualquier corrección parece formar parte de un pasado muy lejano. Hoy nadie quiere dar un paso hacia atrás y rectificar el rumbo, por equivocado que esté.

Aunque Madrid es el más claro exponente de esta polarización, Balears tampoco es ajena a este clima de toxicidad que debería acabarse de una vez por todas. Porque no todo puede darse por válido en política. No todo puede valer para derrocar a un adversario. Alberto Núñez Feijóo afirma que la actual clase política «es la peor de los últimos 45 años» y que no excluye al PP aunque cada uno tiene «su responsabilidad». Es probable que al líder ‘popular’ le asista la razón, pero también debería hacer algo para revertir la situación. Esta petición se extiende a todo el arco nacional y balear, indistintamente de su color e ideología. La percepción de que sobra mediocridad y faltan personas con talento es evidente. El objetivo de los políticos debe ser resolver problemas y ayudar a los ciudadanos. Mejorar las cosas en lugar de pelearse.