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El ejercicio de la política es una actividad noble de personas que se preocupan por el bien común y la calidad de vida de los ciudadanos que los eligen. O así debería ser. Sin embargo la dinámica que se arrastra desde hace tiempo de desprestigiar este oficio mediante la descalificación de los adversarios con herramientas y argumentos que rozan lo ilícito ha llegado a un punto culminante, que provoca asco entre la ciudadanía.

La moderación se ha abandonado y el populismo se ha convertido en una peligrosa estrategia para conseguir votos y como medio para aspirar al poder. Este mal no solo afecta a España, sin embargo en las últimas semanas en nuestro país se ha acentuado una tendencia que debería ser invertida, por los mismos que la están promocionando.

Quizás sea conveniente promover desde las instituciones locales una actitud política de respeto y educación dialéctica, expresando las discrepancias y respetando las estrategias políticas legítimas. Aquí deberían dejarse de lado los argumentarios de cada partido en el ámbito nacional y apostar por otro tipo de política, en beneficio de la sociedad, de la democracia y de los propios partidos políticos.