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La imagen que transmiten los protagonistas de la disputa permanente en torno a la presidencia del Parlament balear produce vergüenza ajena al socavar el prestigio de la institución. Al encastillamiento de la presidenta Huertas, que se niega a abandonar el cargo en cumplimiento del reglamento de la Cámara, se añade la actuación del Partido Popular, que apela a las dudas sobre la aplicación del reglamento para el cese de la presidenta.

El PP ve en esta crisis una ocasión única para desgastar al Govern del Pacte. Un espectáculo que abochorna a quienes creen en el autogobierno y la responsabilidad de quienes han sido elegidos para gestionar las instituciones.

Las luchas internas en Podemos están en el origen de este esperpento que provoca una grave inestabilidad. El reglamento del Parlament se debe cumplir y ha de ser aplicado, aunque lo razonable es que sea el pleno quien tenga el poder para destituir a la presidenta. El comportamiento de Huertas y el PP merece el reproche político y jurídico, pero Podemos debe dar explicaciones del problema que ha provocado, y también es preciso resolver la actual deriva y el colapso en el que está inmerso el Parlament.