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El fallido golpe de Estado contra el presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, abre numerosos interrogantes sobre este país. Ya han sido detenidas seis mil personas, la mayoría pertenecientes a la trama militar golpista y a la administración de Justicia. La asonada ha sido condenada por la mayoría de los países occidentales, Rusia y los países árabes de la zona. Entre las razones del fracaso del golpe sobresale la rápida y clamorosa respuesta que obtuvo Erdogan en su llamamiento a la población, que salió a la calle para rechazar la acción de un sector del Ejército.

También surgen las voces que muestran su preocupación por la nueva etapa política de Turquía, pieza clave e incómoda para los intereses occidentales en el complejo tablero de Oriente Medio.

Porque Turquía constituye un serio problema para Europea. La península de Anatolia es la vía de entrada de los refugiados que huyen de la guerra en Siria. La posición geográfica convierte al país que dirige Erdogan en una plataforma logística indispensable en el despliegue de la OTAN, a la que pertenece desde 1952, para controlar el flanco sur de Rusia y el avispero del Líbano, Siria e Irán.  La dualidad de intereses con Turquía genera controversia en la UE.