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Pedro Sánchez abrió ayer, 72 días después de las elecciones del 20 de diciembre, la primera sesión de investidura del nuevo presidente del Gobierno. Un plazo que evidencia la compleja situación surgida de aquellos comicios, que el candidato socialista trata de soslayar con una extenuante apelación al diálogo con las formaciones políticas que no participan en el acuerdo con Ciudadanos.

El objetivo de Sánchez consiste ahora en conseguir la imprescindible abstención de Podemos en los próximos dos meses, plazo que empieza a correr antes de la convocatoria de una nueva cita electoral. El PSOE busca la complicidad con el partido de Pablo Iglesias, a pesar de sus divergentes estrategias. Los socialistas pretenden dejar en manos de Podemos la prolongación de la interinidad del PP en el Gobierno de España y la celebración de otras elecciones generales.

Quedan, por delante, semanas de incertidumbre en las que se sabrá si se flexibilizan unas posiciones que hoy se mantienen inamovibles. El de ayer fue el primer acto de una larga representación con un desenlace muy abierto. Es el momento de demostrar que la política es el arte de lo posible.