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El expresidente de la Junta de Andalucía y hoy senador socialista José Antonio Griñán volvió a hacer gala, ayer, tras declarar durante cuatro horas como imputado, de la ignorancia para eludir sus responsabilidades en la investigación de un fraude multimillonario. Irregularidades graves de las que se beneficiaron sindicatos, empresarios y particulares. Descartó Griñán un plan premeditado, pero admitió fallos en la controles de la administración a su cargo.

Tanto el también expresidente Manuel Chávez -que declara la próxima semana- como Griñán no han querido renunciar a sus privilegios como aforados ante el Tribunal Supremo.

La mayoría de los políticos implicados en los casos de corrupción apela al desconocimiento, como si el ejercicio del poder obligase a mantener una actitud de despreocupación y desinterés por todo aquello que les rodea y las consecuencias de sus decisiones. Los casos se repiten mientras crece la indignación ciudadana, que lo interpreta como un insulto.

El PSOE de Andalucía no ha sufrido un castigo electoral, pero numerosos ciudadanos han dirigido su voto al castigo de la corrupción. En el pasado no fue así para Griñán ni Chaves.