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El radicalismo islámico ha vuelto a golpear en Occidente, ayer en la redacción del semanario satírico «Charlie Hebdo» de París. El ataque provocó doce muertes, la mayoría periodistas de una publicación -entre ellos el director- que se caracterizaba por su visión crítica y desenfadada de las creencias religiosas, entre ellas la musulmana.

No ha sido la primera vez que los intransigentes y violentos han intentado acallar esta revista francesa, lo que confirma la creciente organización y los recursos de que disponen estos grupos; un escenario que provoca gran preocupación.

Lo ocurrido en el Charlie Hebdo puede repetirse en cualquier ciudad europea que respete los valores de la libertad de expresión y la religiosa. Los periodistas tiroteados han sido asesinados por trabajar en libertad, pero el fanatismo musulmán es incapaz de comprender que los únicos límites son las leyes democráticas que aplican los jueces, conceptos que no asimilan quienes realizan una mala interpretación del Corán. Los países occidentales deben reaccionar. Lo ocurrido ayer en París no es un episodio único ni un caso aislado. Es necesaria una eficaz estrategia común contra la intransigencia.