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Me llamó la atención el reportaje «Una casa con mucha magia» de Rubén P. Atienza, en MENORCA l «Es Diari», del pasado jueves 23 de julio, donde se comenta el cortometraje «Historia de una casa mágica», dirigida por Mercedes Milá y que concursa en el Festival de Cortometrajes Tanques del Carme, lo que me llevó a visionar el video en cuestión. No le falta razón a Mercedes Milá al considerar Venecia una casa con magia, pero, sinceramente, de una comunicadora de su talla y trayectoria, cabía esperar mucho más.

Me consta la fascinación que siente Mercedes por Richard Branson, así como el hecho de que es muy amiga de sus amigos y quizás es por ello que la historia de Venecia queda corta y circunscrita a Branson y a sus amistades de S'Altra Banda. Respecto al primero, cabe aclarar que fueron sus padres -y principalmente su madre Evette- quienes descubrieron el lugar. Respecto a los otros inquilinos, por cierto, muy anteriores a los señores Branson, entre los que sobresale el abogado Pedro Ballester Pons (1856-1946), hombre ilustrado, socio fundador del Ateneo de Mahón y autor, entre otras muchísimas obras de «De re Cibaria», era sencillo documentarse por los Registros de la Propiedad o de la Autoridad Portuaria de Balears, con lo cual, la historia de la casa quedaría completa. Estoy seguro que de ello, se ocupara algún día (si no lo ha hecho ya) la historiadora de cabecera de Mercedes Milá, la meticulosa Margarita Caules.

Otro mensaje del corto, que llama la atención, es que da la sensación que la restauración de la casa, ha sido sufragada por una compañía mercantil a modo de mecenazgo, cuando la realidad es el cumplimiento de una de las condiciones, por las que se le adjudicó la Concesión administrativa de puntos de amarre en la ribera norte del Puerto.

Cabe decir al respecto que la mencionada compañía estuvo acertada en la elección de los técnicos de la restauración del edificio (aunque, dada la imposibilidad de su uso habitacional, podría haberse disminuido o anulado el añadido norte de la casa). Por el contrario, la demolición de los antiguos muelles para embarcaciones menores que existían a lo largo de toda la ribera norte, resulta un desacierto importante, ya que, aunque no sirviesen para el atraque de embarcaciones, resultaban elementos de protección para evitar la degradación de la costa, que se produce de forma alarmante, debido a las corrientes de arrastre de los grandes buques, cada vez de mayores esloras y obra muerta y, consiguientemente, con su necesidad de navegar a mayor velocidad para el buen gobierno del buque. Este fenómeno conlleva la regresión del litoral, como puede apreciarse en la fotografía adjunta, donde aparece el hito 310 de Cala Rata, ya metido en el agua. Sospecho que de esta situación, no es culpable la compañía concesionaria y que se trata de un despropósito más, producto de la soberbia o la ignorancia (o ambas cosas a la vez) del responsable de la Autoridad Portuaria en Mahón.