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A los difuntos hay que dejar que descansen en paz.  Es lo que piensa la mayoría de personas sensatas, aunque no siempre es así.

Hace pocos días se ha puesto a la venta una especie de culebrón con el título «La Herencia Maldita» relacionado con la decisión de Juan Ignacio Balada de dejar su patrimonio a miembros de la Casa Real.

Con la vana excusa  de que han sido muchos las personas que le han pedido diera a conocer detalles de la vida del fallecido, la autora, sin ningún tipo de escrúpulo, se permite sacar a relucir cuanto trapo sucio le pasa por la cabeza con afirmaciones erróneas y muchas  de ellas sin ajustarse a la realidad, seguramente fruto de una distorsionada imaginación. Sin ningún tipo de rubor se permite criticar no solo al fallecido JIB sino incluso a toda su familia y amigos.

En el trasfondo se intuye un enorme resentimiento y consecuente pataleo.

Algunas de las muchas inexactitudes que se cuentan.

El padre de JIB no era valenciano, como se afirma, sino de Tarragona.

Cuando vino a Menorca los hippys todavía no se habían inventado. Entre otras actividades, se dedicaba a la venta de árboles frutales.

El tío médico de Ciutadella de nombre era Francisco y no Juan. Yo, había estado en infinidad de ocasiones en su casa, ya que cada año se alojaba en ella, la familia  de la Sra. Margarita Mercadal, «sa Dida» , que al igual que yo dicha familia vivía en Barcelona.

Yo creía que los piratas merodeaban por el Caribe. El pirata a cual se hace alusión, no era ni más ni menos que Bartolomé Caules Felip, capitán del escampavíes (patrullera) llamado «Santiago». El contrabando era habitual en aquella época con lo que podemos sacar conclusiones de cómo hizo su enorme fortuna. Para mí no hay ningún tipo de enigma sobre su origen.

La autora debería seguir un curso de mineralogía o cristalografía al afirmar que las resinas de coníferas que cayeron al mar, dieron origen a las turquesas, cuando en realidad y como todo el mundo sabe, se trata del ámbar.
Se afirma que el nombre turquesa por etimología proviene de Turquía. En este mismo sentido podríamos opinar que la ensaladilla rusa, viene de Rusia.

En contra de lo que afirma la autora, no es cierto, que en el funeral, había solo nueve personas, éramos muchísimos más.

Tampoco es cierto que solo cinco personas además de la autora, saben donde reposan los restos de JIB. Fui al cementerio al día siguiente del funeral. Sus restos descansan, justamente al lado de los de mi familia.

Como se puede afirmar de forma irresponsable y grave, que JIB no tenía derecho a ser atendido en la Seguridad Social por no haber cotizado, cuando nunca dejó de cumplir con sus obligaciones sociales y fiscales. Su contribución al erario público no fue nada despreciable.

La autora debería preguntarse porqué la plaza anteriormente denominada de L'Empordà, cambió el nombre por el de Don Juan de Borbón, o porqué el bar del que era propietario JIB en la plaza F. Pareja lleva por nombre «Royal».  Tal vez pueda aclarar su relación con la Casa Real.

Para terminar JIB era amante de gastar bromas, disparates que, para curiosos, entrometidos e incautos, cuanto más disparatados eran, más se  los creían (minas de oro en la Guayana, pozos de petróleo en Argentina, etc). Por lo que se ve, algunos se lo creyeron.

Juan Ignacio Balada era mi amigo, dejemos que descanse en paz. Amen.