El crepúsculo imperial. La Guerra del opio y el fin de la última edad de oro china.

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Es muy posible que la mayoría de quienes transitan por Lector de Guardia tengan alguna noción de la llamada guerra del opio entre Inglaterra y China, pero no sepan exactamente qué fue ni por qué se produjo. Al menos ese era mi caso y por eso me ha interesado la lectura de El crepúsculo imperial. La Guerra del opio y el fin de la última edad de oro china, un espléndido libro de Stephen T. Platt, profesor de Historia de China en la Universidad de Massachusetts Amherst.

Explica el autor en la introducción del libro que ningún acontecimiento proyecta una sombra más alargada sobre la historia moderna de China que la Guerra del opio. Desencadenada por una sucesión explosiva de acontecimientos que tuvieron lugar en el recinto de las factorías de Cantón en 1839, la guerra terminaría en 1842 con la humillante derrota de China y un tratado casi dictado por los agresores británicos, que sentó un precedente desastroso para el resto del siglo.

Platt se remonta a 1792, para establecer los antecedentes del conflicto. En ese año James Flint, un sobrecargo de la Compañía de las Indias Orientales, viajó al interior de China para pedir al emperador más facilidades para el comercio de té y seda asiáticas y lanas inglesas. Su audacia de entrar en territorios por entonces prohibidos fue castigada por las autoridades chinas con la cárcel cuando Flint regresó a Cantón, la única base comercial de los británicos en aquel inmenso y prometedor país.

A partir de este episodio inicial, el autor reconstruye los diferentes intentos diplomáticos de Londres para acercarse a Pekín a fin de mejorar los lazos comerciales. La China de la dinastía manchú de los Quin era un imperio muy cerrado al exterior, pero también consciente de los beneficios económicos para el país que suponía la venta de té, una bebida que en Inglaterra se consumía en gran escala.

Como acertadamente señala la historiadora Julia Lovell, el libro de Platt cuenta el desarrollo de las relaciones sino-inglesas como si fuera una novela, «tejiendo con maestría las historias de un excéntrico elenco de personajes».

Por El crepúsculo imperial aparecen prostitutas, como Shi Yang que llegó a tener una flota pirata con setenta mil marineros; misioneros que abandonan la predicación por el tráfico de opio; un capitán de la Royal Navy, hermano de Jane Austen; un explorador amigo de los escritores Charles Lamb y Samuel Taylor Coleridge; el primer autor de un diccionario Chino- Inglés; un emperador adicto al opio, implacable en la persecución de otros consumidores; Thomas de Quincey, autor de «Confesiones de un inglés comedor de opio» y toda una legión de funcionarios corruptos y políticos chovinistas.

Con estos y otros personajes se explica como se llegó a una guerra en la que Londres acabó poniéndose al lado de los narcotraficantes. Y cómo telón de fondo estaban los intereses de la poderosa Compañía de las Indias Orientales que producía enormes cantidades de la droga en India para vender ilegalmente en China, la corrupción en el país asiático que impedía que una eficaz persecución del tráfico de adormideras, las presiones de los comerciantes legales de té y otros productos, para que no se cerrará, el orgullo de los dirigentes ingleses y chinos, y el factor humano.

Esta última razón, los sesgos, errores, malentendidos y el orgullo de dos gobernantes locales, uno de cada país enfrentado, es, según la tesis de Platt, una de las primeras razones de la explosión de la guerra. Para agravar el desencuentro se trataba de un tiempo en el que la correspondencia entre Cantón y Londres podía tardar medio año en cruzarse.

Las más de 500 páginas del relato de El crepúsculo imperial se apoyan en otras cien de notas y bibliografía que ponen en evidencia la gran cantidad de documentación que ha manejado este historiador que en 2012 ganó el premio de Historia Cundill por su obra «Autumn in the Heavenly Kingdom».

El crepúsculo imperial. La Guerra del opio y el fin de la última edad de oro china

Stephen R. Platt
Traducción de Joan Eloi Roca
Ático de los libros
671 páginas