Nido trotskista

Los progenitores de Saïd lo sacrificaron todo por sus ideales y sacrificaron también la infancia de su hijo. El título es ilustrativo del trato que recibía el niño, cuando pedía un monopatín como el que tenían el resto de sus compañeros, la respuesta de su madre era “Cuando llegue la revolución habrá patines para todos. Los patines serán gratuitos”.

El autor cuenta con ternura, humor y sin amargura su insólita niñez. Perdona la obstinación de su madre y su intolerancia ideológica, aunque ésta le causara numerosos inconvenientes, algunos muy graves. Al final parece aplicar el principio de “bien está lo que bien acaba”.

Hay muchos episodios graciosos en el libro cuya lectura deja también un poso de melancolía. Uno casi lamenta más la ceguera de la señora Harris que las penas que causa a su pequeño. Algunos de los escasos encuentros con el padre, nacido en Irán, son descacharrantes. El hombre estaba demasiado atareado trabajando en pro de la “inevitable” revolución comunista en Estados Unidos para tener tiempo para ver a su hijo.

Saïd y su madre vivían en un piso miserable para cumplir con los ideales sectarios de ella y además las puertas de su armario no podían cerrarse porque estaban llenos de ejemplares de la revista “Militant”, órgano de propaganda del partido trotskista norteamericano.

Los recuerdos literarios de Sayrafiezadeh sobre la férrea militancia de sus progenitores son además una denuncia universal sobre los males del sectarismo, de cualquier tipo, aplicados a la cría y la educación de los hijos.

Cuando llegue la revolución habrá patines para todos

Saïd Sayrafiezadeh

Traducción de Àlex Gibert

Malpaso ediciones

259 páginas