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La carretera general se ha cobrado cuatro accidentes en las dos últimas semanas, en el tramo entre Máo y Alaior, que se han saldado milagrosamente con un solo herido de pronóstico reservado, lo que puede interpretarse como una intervención divina si consideramos que dos de ellos fueron colisiones frontales en los que las consecuencias podrían haber resultado fatales.

Tanta reiteración de accidentes no pude atribuirse de forma exclusiva a la casualidad, sino más bien a los condicionantes de una vía ordinaria y obsoleta que se encuentra en obras, acentuadas en ese tramo, entre los kilómetros 6 y 11 que es donde se han producido los siniestros con continuas retenciones y pasos de camiones a uno y otro lado de la calzada. El último accidente ocurrido ayer es un claro ejemplo.

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La carretera general Me-1 no da más de sí y se ve especialmente colapsada en la época veraniega por razones obvias, porque solo dispone de un carril en cada sentido y porque está atiborrada de conductores que la desconocen y elevan su grado de peligrosidad. Esos condicionantes desaparecerían con una carretera más amplia y bien completada con continuos desdoblamientos. Sigo sin entender que no se priorice la seguridad, aunque sea para salvar una sola vida, por encima de proyectos que produzcan un menor impacto medioambiental.

Se da, por tanto, un caldo de cultivo de lo más pernicioso para que la relación de colisiones no se detenga hasta que se reduzca el tráfico al término del verano.

El ocurrente debate sobre la conveniencia de modificar el proyecto de la carretera general ya en construcción, su legitimidad o no, quizás debería dar paso a otro más práctico que sería el de la necesidad de aplazar las obras o minimizarlas hasta bien entrado el mes de septiembre, una petición a la que se sumará más de uno si alguno de estos accidentes acaba con víctimas.