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A Hyon Yong-chol le debió pasar como a los periodistas en los plenos. Que, por momentos, el tedio nos puede tanto que solo dándole al chismorreo o al móvil logramos evitar echarnos una cabezadita. Pero el tirano Kim Jong-un no le perdona eso ni a su ministro de Defensa. Lo ha ejecutado por dormirse en un desfile militar, y el pelotón de fusilamiento se sirvió de un cañón antiaéreo para acabar con su vida. Así se las gastan en esos atroces regímenes ajenos por completo a la democracia.

Aquí, como mucho, si pillan a Camps entretenido con su iphone en el Parlament o a Celia Villalobos jugando al Candy Crush en el Congreso, les repatea media legión de internautas, y les hacen unos memes muy divertidos que, al día siguiente, nos pasan por el whatsapp.

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Así de molona parece nuestra democracia, de la que tanto presumimos, hasta que, de repente, a los candidatos les da por proponer en plena campaña aquello de las listas abiertas, la reducción de diputados, la supresión de cámaras de segunda lectura y gastos de representación. Y reaparecen Felipe González y José María Aznar, y vemos como los grandes partidos copan, con permiso de la Junta Electoral de turno, casi de forma absoluta los espacios de propaganda en las calles y las televisiones públicas. Y se nos cae el muro de la renovación y regeneración que tanto nos habían pregonado y en la que, quizás, algún día creímos.

Entonces, alabo aún más el paso dado por las personas que, sobre todo en los ayuntamientos, se aprestan ilusionados a entrar en política y a someterse a la dura crítica popular a cambio de unos pocos cientos de euros. Y entiendo a la mitad del electorado que, en las encuestas de «Es Diari», aún no tiene claro a quién votar o si abstenerse. E incluso a quienes se plantean dejar colgados a los candidatos e irse de Cincogema durante todo el día. Poco se cambia cambiando solo de caras. Como el déspota de Corea del Norte, que ya tiene a otro ministro de Defensa tomándose cuatro cafés antes de cada desfile. Por si acaso...