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Cuentan que el otro día sorprendieron al dueño de un conocido restaurante en el Mercadona llenando el carro del supermercado de bricks de caldera de pescado 'Hacendado'. Tantos, tantísimos, que no parecía que fueran para consumo propio. Dicen también que no es el único y que, sobre todo los fines de semana, se ve a algún otro llenando la cesta de productos acabados. Un colega que ha trabajado en cocinas me asegura también que en un establecimiento tenía orden de vaciar parte del abdómen de las langostas, donde está la chicha, para llenarlo de rape. Que hay turistas que la prueban por primera vez y, por lo visto, no distinguen una cosa de la otra.

Por algo la oferta complementaria es lo peor valorado por quienes nos visitan. Aunque la gran mayoría se esfuerza en dar mejor servicio, y los hay excelentes, siempre habrá algún piratilla dispuesto a ganar dinero fácil con la excusa de que vivimos del turismo y la temporada se reduce a solo dos meses.

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Eso mismo, lo de que «vivimos del turismo», lo dijo el otro día una concejal para justificar que haya autorizado una terraza que obstruye parcialmente el paso en Ses Voltes y, al contar con un informe policial en contra, incumple también la ordenanza. La misma -restrictiva- que ella impulsó y aprobó con su voto. La misma que, inoportunamente, ha empezado a aplicar en plena temporada y sirviéndose incluso, a veces, de Policía. La misma que ahora, parece, se carga el turismo. Pero si eso opina una parte de su partido, ¿por qué la aprobó?

Acostubramos demasiado a culpar a otros de nuestros males. Y así nos va. Lamentándonos de no atraer suficiente turismo de calidad, pero obligando a sortear obstáculos en plena calle y ofreciendo en la mesa vino de Don Simón al precio de Don Perignon.

Este mediodía, antes de ir a casa, pasaré por el Mercadona. Y llamaré a mi hija para que venga. Hoy comeremos sopa de pescado de restaurante de primera. Y por poco más de un euro. Pobres clientes...