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Tom Wolfe (Richmond, 1931) ha vuelto. El cronista reportero y teórico del nuevo periodismo que ingresó en el club de los grandes novelistas con La hoguera de las vanidades (1987) no había conseguido hasta ahora repetir el éxito de aquella primera novela. De hecho, fue tal la acogida que recibió su sátira sobre las costumbres sociales del Nueva York de los años 80, llevada al cine en 1990, que negoció un adelanto estratosférico para su siguiente obra, Todo un hombre, que sin embargo no cumplió las expectativas. Tampoco Me llamo Charlotte Simmons estuvo al nivel de lo que se esperaba. Ahora con Bloody Miami el escritor virginiano, que siempre viste trajes blancos, ha escrito una obra que sí está a la altura de su primer bombazo.

Su arma es la de siempre: la aplicación de las técnicas del nuevo periodismo a la novela. De hecho, aunque parezca que estemos dando vueltas a una noria, el nuevo periodismo plantea utilizar las técnicas de la novela al reportaje y la crónica. Sin embargo, hay unos rasgos estilísticos que diferencian la prosa de Wolfe: la proliferación de repeticiones, y el uso de las onomatopeyas, en la forma, y un realismo modernamente barroco, con frecuentes alusiones a las modas y a los contrastes sociales, y el sarcasmo, en el fondo. Con estas herramientas pretende ofrecer una visión global de los asuntos que trata.

En Bloody Miami algunas de estas cuestiones son la propia ciudad norteamericana, el poder cubano en Miami, la hipersensibilidad en las cuestiones raciales, la dictadura de las imágenes que pueden imponer las redes sociales, las estafas del arte moderno, la mafia rusa o los trepadores.

Los principales protagonistas de esta fábula, cargada de personajes y subtramas, son Néstor Camacho, un policía de orígenes cubanos repudiado por los suyos por impedir, obedeciendo órdenes, la llegada de un refugiado de Cuba a tierra estadounidense, y su novia Magdalena, una atractiva joven, también cubana que trabaja como enfermera para un psiquiatra especializado en el tratamiento de las adicciones sexuales. Junto a ellos conocemos a sus jefes, a un joven periodista que persigue una gran exclusiva, a millonarios que se pasan el día de fiesta en fiesta, a artistas geniales, al alcalde latino y a toda una fauna con la que Tom Wolfe quiere retratar de forma satírica la gran ciudad de La Florida.

Tan excesiva como La hoguera de las vanidades, Bloody Miami es una novela que mantiene el pulso hasta el final, tiene momentos divertidos y consigue que el lector termine satisfecho de la experiencia que le propone el hoy octogenario escritor que se hizo famoso con reportajes como La izquierda Exquisita o Lo que hay que tener.

Bloody Miami

Tom Wolfe

Anagrama/Columna