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El fútbol mundial asistió incrédulo anoche a la muerte súbita de la mejor selección española de la historia, irreconocible en relación al fútbol excelso que la había definido durante los últimos seis años. Fue el epílogo más cruel para un equipo divino pero consumido y exhausto cuyo descalabro final no se corresponde con su trayectoria.

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En la búsqueda de los culpables que justifiquen tan singular fracaso quizás sea más propio concluir que esta Selección ya había dejado atrás su mejor rendimiento. El tiempo pasa pero ahora más que nunca queda claro que hacer coincidir en una misma generación a otros Xavi, Puyol, Alonso o Casillas en su punto más álgido es difícil por no decir imposible.