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Ya no se escriben cartas de amor. Ahora es más efectivo mandar un mensaje de whatsapp, dejar una nota en el parabrisas o dibujar un corazón en la pared que declararse en toda regla. Como tampoco es necesario obtener el permiso paterno, pues siempre mola más irse con la novia que menos te aconsejan.

Tampoco sirve ya de nada que los partidos empapelen las calles de carteles y pancartas con el rostro del candidato, pues no hay campaña más efectiva que el boca a boca o la que pueda hacerse a través de la red.

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Sole Sánchez, candidata del Partido Democrático, intentó en 2011 asaltar la alcaldía de Ciutadella con un toque de 'pechonalidad' y un golpe de talonario de 19.000 €, pero sus escasos 80 votos se convirtieron en los más caros de la historia. Dos tetas no tiran más que dos carretas.

Hoy día vende más la ilusión y el optimismo, el que se desprende de los eslóganes de Podemos y el que necesitan los colectivos más castigados por la crisis. El 'sí se puede' que se vocifera en los campos de fútbol. Resultado: ni un cartel, ni un dirigente ni siquiera estructura en Menorca, pero 1.999 votos.

La calle pide menos programas plagados de voluntades y más realidades. Más sensatez y menos demagogia, menos circo. Ya nadie se engancha a los mítines, ni a las descalificaciones. Como una verdadera democracia, ya es el pueblo el que tira del carro, y a los políticos no les queda otra que subirse a él. Por eso, la ejecutiva socialista de Vicenç Tur, tras tres derrotas consecutivas, opta por tirarse en paracaídas antes que el avión de los trasnochados Felipe y Rubalcaba se embista definitivamente. Y las bases del PP leen entre líneas lo que sus dirigentes aún no han acertado a descifrar. Ahora resulta que las europeas no son extrapolables cuando, hace solo una semana, Bauzá pedía a su militancia que votara como si lo estuviera haciendo al alcalde o al presidente del Consell. Pero para hacer las cosas con amor primero hay que creer en ellas. Y esta novia, o cambia o no va a conquistarnos...