Marc Pons es una apasionado de los drones desde 2017.

TW
0

A Marc la pasión por la fotografía le viene de muchos años atrás por tradición familiar. «Siempre he estado inmerso en ese mundo, pero es verdad que no tenía pensado seguir ese camino, ya que estaba estudiando otras cosas». Pero con el paso de los años, en 2017 descubrió el mundo de los drones y con él nació una pasión por captar imágenes y vídeos a vista de pájaro.

Así nació el proyecto Lavidadeundron....

—Sí. Todo lo que iba haciendo lo subía a Instagram y otras redes sociales, y a raíz de eso la gente se fue interesando en saber si ofrecía esos servicios. Así, luego lo convertí en una empresa para ver si podía monetizar mi hobby.

Un negocio con buenas perspectivas, entiendo.

—La ventaja es que el mundo de los drones hace relativamente poco que está ahí. La verdad es que tiene muchas utilidades y mucho futuro. En Menorca, como es un sitio pequeño, cuesta un poco más, pero cada vez tiene más hueco porque se están descubriendo infinidad de cosas que se pueden hacer con los drones.

¿Cómo cambian las cosas a vista de pájaro?

—La aviación ha sido desde siempre otra de mis grandes aficiones. Poder disfrutar de una visión desde arriba es fascinante. Es un punto de vista al que no estamos tan acostumbrados pero que cada vez se ve más. Hasta hace poco la vista áerea solo era posible a través de las películas o viajando en avión. Los drones te permiten con mucha facilidad conseguir unas imágenes espectaculares de cualquier sitio.

¿Qué es lo más espectacular que ha filmado?

—Un encuentro con los delfines. Fue una manera de ver la naturaleza en su estado salvaje.

¿Qué siente cuando pilota un dron?

—Me siento muy bien, sobre todo me da sensación de mucha libertad. Hay un tipo de dron, el FPV, que se conduce con unas gafas; es decir, tú ves lo que ve el dron. Lo manejas libremente, haces con él lo que quieras, como si fueras un pájaro.

Está claro que no cualquiera puede pilotar un dron, pero ¿está suficientemente controlado?

—El tema de los permisos es algo que la gente desconoce mucho. Pero es cierto es que cada vez está aumentando más la vigilancia.    Para poder operarlo en España se necesitan unas licencias mínimas obligatorias y un seguro, y aun teniendo eso, en algunos sitios hay que solicitar permisos.

Pero cualquier persona puede comprar uno sin permiso alguno.

—Sí. Hay algo que nos afecta bastante a los pilotos profesionales, y es que hay mucho desconocimiento en tema normativa y mucha gente los hace volar sin licencia y realiza trabajos sin pedir permiso. Pero parece que es algo que va cambiando con el tiempo y cada vez se mira más con lupa. Los profesionales nos hemos sacado unos cursos, tenemos formación y hemos realizado exámenes prácticos. Hay una teoría que, aunque no lo parezca, es extensa. Un dron no es un juguete y las sanciones por infracciones pueden llegar a ser muy grandes. Puede servir para usos muy buenos pero también puede hacer mucho daño.

¿Qué lugar le gustaría filmar o fotografiar que todavía no haya sobrevolado?

—En Menorca me gustaría más explorar al zona de Maó. Es un espacio que está más limitado por el aeropuerto y el aeródromo. Es la parte más complicada de la Isla y los permisos son complejos y costosos. Pero sin duda es una zona que me gustaría filmar.

Sus vídeos se ha vuelto virales en más de una ocasión. ¿Qué se siente en esos momentos?

—Hay algunos vídeos que, por suerte, han gustado mucho, y eso sienta muy bien. Al final es algo que empecé como una afición y una pasión, y llegar a ese punto de que mis vídeos se hagan un poco conocidos en el entorno en que vivo me alegra y me da ánimos para seguir.