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Hubo un tiempo en el que en Menorca era imposible comerse una bandeja paisa, degustar un pad thai o probar unos tamales, a menos que se prepararan en casa. Pero la opción de cocinar estos platos tampoco resultaba fácil, ya que la única forma de conseguir la mayoría de los ingredientes era comprarlos por internet o adquirirlos en locales especializados de la Península.

Esta situación ha cambiado y, desde hace unos años, aquí también podemos disfrutar de la gastronomía de otros países. De hecho, la Isla ya cuenta con numerosas comunidades de diferentes lugares del mundo, que han encontrado en Menorca un lugar en el que establecerse y poner en marcha sus propios negocios de restauración y alimentación.

Al mando de estos locales se sitúan personas con una historia que incluye, entre otras cosas, decisión y añoranza. Sus establecimientos les han permitido mantener sus raíces a través de la comida y han ayudado a que sus compatriotas puedan sentirse como en casa cuando disfrutan de platos con el sabor de su tierra.

Platos de origen latino

A Jhowirt Tenorio, colombiano de 42 años, le costó adaptarse cuando llegó a Menorca en 2021, tras un breve paso por Madrid y Palma. «Venía de Cali, un lugar extremadamente bullicioso y la Isla me pareció muy tranquila. Eso sí, con un entorno espectacular y una gente muy cálida y amable», relata. En Colombia, Jhowirt trabajó como jefe de operaciones en una multinacional y también abrió dos restaurantes. Su madre siempre tuvo un negocio de restauración y sus hermanos y él ayudaban entre fogones. «Llegué a España buscando un ambiente más seguro. Tras varios trabajos como cocinero en Menorca, mi pareja y yo decidimos abrir nuestro propio restaurante en Maó con los ahorros que teníamos».

Jhowirt Tenorio, colombiano , tiene restaurante en Maó.

Jhowirt elabora comida típica colombiana como la bandeja paisa, el sancocho, el ajiaco, o el tamal valluno. «La gastronomía colombiana es la segunda más popular en Sudamérica por detrás de la peruana. Es una cocina muy sabrosa y variada. Utilizamos mucho las especias como el tomillo, el orégano o el cilantro, y nos gusta adobar las carnes. El arroz y los frijoles son fundamentales y también bebemos batidos tropicales a base de mango, papaya, lulo, tamarillo…», explica.
Además de la clientela sudamericana, que añora y busca la comida de sus países, también cuentan con muchos comensales españoles. «A estos últimos les encantan las empanadas de pollo y ternera por su sabor diferente», dice.

Jhowirt no se plantea volver a Colombia. «Viajé allí el pasado diciembre pero a los veinte días estaba loco por volver. Me he acostumbrado a la tranquilidad y mi pareja es menorquina, así que es aquí donde veo mi futuro». Igual que Jhowirt, Yolima Parrado y Vanessa Arévalo, madre e hija de 44 y 26 años, también son colombianas. Ambas llegaron a Menorca hace cinco años y, hace unos meses, pusieron en marcha una pastelería en Maó con pastas y dulces típicos de su país. «Vinimos en busca de oportunidades. Nosotras ya teníamos una panadería-pastelería en Colombia. Nos gustó la Isla porque es preciosa, sólo nos faltaban esos productos que tanto echábamos de menos», comentan. Madre e hija elaboran desde tartas a empanadas, pasando por papas rellenas, pan colombiano con queso y roscones, ensaladas de frutas o arepas, entre otros productos que no sólo adquieren clientes latinos, también menorquines. «Importamos ingredientes de nuestro país para dar ese sabor tan característico a los bizcochos y las coberturas».

Vanessa y Yolima aseguran que su prioridad ahora mismo es su empresa. «Colombia está en nuestro corazón y claro que volveremos en un futuro, pero actualmente estamos centradas en que el negocio crezca».

Frescura tailandesa

El destino quiso que Kunya Mungthoklang conociese a Tóbal en Tailandia en 2012. Un par de años después, vino a Menorca de vacaciones en varias ocasiones pero no sería hasta 2017 cuando la pareja se instalaría en Ciutadella definitivamente. «El cambio cultural fue enorme, pero me gusta mucho la amabilidad de los menorquines y que es un lugar muy seguro», afirma Kunya.
Su marido Tóbal, que entonces era propietario de un restaurante, incluyó propuestas tailandesas en la carta. Así fue como Kunya pudo ofrecer sus platos a la clientela, algo que tuvo bastante éxito.

Kunya Mungthoklang acumula experiencia en los fogones.

La tailandesa, de 39 años y nacida en la región de Lopburi, trabajaba desde los 18 preparando comida para el buffet de una familiar. «Mi madre me enseñó a cocinar y siempre quise tener un local pequeño con platos para llevar». La oportunidad llegó a principios de este año cuando la pareja pudo hacerse con un establecimiento y convertirlo en un restaurante cien por cien tailandés. «Este espacio es muy grande y sigue sin ser el local pequeño que a mí me gustaría pero estamos muy contentos con el resultado de la temporada», explica Kunya. «Tenemos una clientela muy fiel que abarca menorquines, ingleses, italianos…».

Tom kha kai (pollo en leche de coco), som tam (ensalada de papaya verde), hoy tod (tortilla de ostras)… La gastronomía tailandesa cuenta con platos muy elaborados. «Hay que hacerlo todo al momento, no se congela nada. No es barato porque es difícil encontrar los productos, como las salsas, las hierbas o los picantes, pero merece la pena porque el resultado es una cocina saludable con mucho sabor, color, y mucha frescura. Tenemos que agradecer al equipo del restaurante tailandés que hay en Sant Lluís por la ayuda que nos brindó con la búsqueda de ingredientes». Aunque actualmente la pareja asegura sentirse muy cómoda en Menorca, su intención es volver a vivir en Tailandia cuando Tóbal se jubile. «Aquello también es otro paraíso al que tenemos ganas de regresar», concluyen.

Ritmo brasileño

Cristina Dos Santos de Souza juró no volver a Menorca tras trabajar una temporada como camarera de pisos en un hotel en 2008, pero alguien le dijo que tarde o temprano volvería para quedarse. Y así fue. La brasileña, de 46 años y nacida en Goiânia, llegó a Menorca al año siguiente. «Vivía en Madrid desde el 2003. Tenía una pareja que ya había estado trabajando un verano en la Isla, por eso decidí probar. No me gustó la experiencia laboral pero en 2009 nos ofrecieron aquí un trabajo para todo el año. Teníamos un hijo y buscábamos tranquilidad y estabilidad, por lo que Menorca nos pareció buena opción».

Cristina Dos Santos de Souza logró abrir su propio negocio en Ciutadella.

En Brasil, Cristina era funcionaria pero solicitó una excedencia para venir a España y aprender español. «La idea era estar seis meses pero empecé a trabajar en hostelería. Ya me gustaba mucho la cocina y el equipo me estuvo enseñando. Finalmente me formé como chef. Ahí fue cuando me plantee abrir mi propio negocio», explica.

La brasileña dio el paso hace seis años, cuando se quedó libre un restaurante cubano de Ciutadella. «Mis amigos me animaron mucho. Ponerlo en marcha fue fácil porque el camino ya estaba empezado pero emprender cuesta mucho y más si eres de fuera y haces algo distinto. Tienes que hacerlo muy bien para que funcione», asegura.

Cristina tenía claro que quería ofrecer su cocina latina con toques mediterráneos. «Tenemos platos de Brasil, Cuba, Perú… Son elaboraciones con color, textura, sabor, con mucho carácter. Me centro en la comfort food, es decir, preparaciones que al comerlas te transportan a tu país, a tu infancia. A la añoranza de las comidas que preparaban tu madre o tu abuela».

Gambas a la bahiana, ropa vieja, picanha, ceviche de corvina… La brasileña afirma apostar por la calidad y, a ser posible, el producto de proximidad. «Tenemos muchos clientes menorquines y, gracias a ellos, hemos salido a flote». Cristina señala que no volvería a vivir en Brasil. «Voy allí cada dos años pero siempre que vuelvo a Menorca siento que estoy en casa. Me quedé a vivir en España porque me enamoré de esta tierra. Siempre me he sentido arropada por las personas de mi entrono y, hoy en día, soy una hispanobrasileña muy orgullosa de mis raíces».

México lindo y tacos

Todos sabemos lo que son unos nachos, el guacamole, o los burritos pero la gastronomía mexicana va mucho más allá. Existe una gran cultura en torno al maíz y lo que este alimento representa para México, es parte de su patrimonio.

Nely Sánchez, de 42 años y nacida en Ciudad de México, llegó a Menorca gracias a una amiga. En su país trabajaba como fotógrafa en la Riviera Maya y estaba vinculada al diseño gráfico y a la publicidad. «Vine de vacaciones a visitar a mi amiga pero me ofrecieron trabajo en hostelería y decidí quedarme la temporada. Fue un shock porque yo llegaba de una ciudad y esta isla es muy tranquila, pero me gustó estar tan rodeada de naturaleza».

Nely Sánchez con su pareja, Gonzalo.

Nely regresó a México sin intención de volver. «Iba a irme a Canadá pero volví a trabajar a Menorca en 2012 porque ya sabía cómo funcionaban las cosas aquí y así no tenía que empezar de cero». Todo cambió cuando conoció a su actual pareja, Gonzalo, quien también trabajaba durante la temporada estival en la Isla y los meses de invierno en zonas de nieve.

«Yo siempre le comentaba que una taquería podría funcionar muy bien aquí. Él fue a México a empaparse de la gastronomía local y tuvo su primera experiencia en un restaurante mexicano en Andorra. Posteriormente, tuvimos a nuestra hija. Fue cuando pensamos que queríamos abrir una taquería en Maó», explica Nely.

La pareja se puso manos a la obra. Viajaron a tierra mexicanas para aprender sobre la nixtamalización, que es el proceso mediante el cual se realiza la cocción del maíz con agua y cal para obtener el nixtamal. Éste se muele y se usa para elaborar las famosas tortillas o tamales, entre otros. «Es un proceso que te reconecta con la tierra. Nosotros elaboramos nuestras tortillas y son cien por cien sin gluten. Abrimos el pasado mes de mayo con la idea de ofrecer un fast food de calidad, la onda de comer tacos en la calle, como se hace allí», explica Nely.

La mexicana asegura que iniciar un negocio no es fácil. «Debería haber más ayudas por parte de la Administración a la hora de emprender y para los autónomos. Surgen dificultades cada día pero la respuesta del público nos anima a seguir. Tenemos clientela de México, boliviana, menorquina, peninsular… Muchos de ellos aficionados al picante».

La pareja asegura estar a gusto en Menorca. «Ahora mismo dedicamos todo nuestro tiempo y esfuerzo a que la taquería funcione y se consolide. Si tuviéramos que renunciar a la Isla sería por el difícil acceso a la vivienda».

Ingredientes exóticos

Ya no hay receta que se resista gracias a la apertura de tiendas especializadas en productos de importación. Y es que, en estos últimos tiempos, Menorca cuenta con un buen número de establecimientos en los que adquirir cantidad de ingredientes de otros países. Rais, de 53 años y nacido en Tánger, es el propietario de uno de estos locales. El marroquí llegó a Menorca en 2014, tras pasar un tiempo en Almería y Granada. «Decidí venir a España con 18 años buscando una vida mejor. Cuando me establecí en la Isla trabajé como albañil, abrí un bar en Maó, lo traspasé, y acabé poniendo en marcha una empresa de construcción».

Vanessa y Yolima, de la pastelería Salomé

La empresa de Rais trabajó para una gran cadena hotelera durante varios años, lo que le llevaría a estar temporadas en Canarias y en Palma. «Apenas pasaba tiempo con mi entonces pareja y habíamos tenido una niña, así que ya no podía ni quería estar lejos».

Finalmente, y tras trabajar con sus hermanos durante un tiempo, Rais reformó una cochera en Maó y montó la tienda de alimentación. «Fue hace un año y medio. Me costó mucho arrancar porque no conocía muchos de los productos y tuve que realizar una búsqueda muy exhaustiva».
Y no es para menos porque en este tipo de locales hay ingredientes de prácticamente toda Sudamérica, africanos, indios, asiáticos, y españoles, aunque ponen mayor énfasis en las especialidades de Marruecos, como el cuscús, especias, frutos secos a granel, tés, pastas y dulces marroquíes o la carne halal. «Nuestra clientela es mayoritariamente latina y española. Los menorquines vienen mucho por la carne, que es de la Isla».

Para aquellos curiosos y amantes de la cocina exótica, son lugares en los que encontrar productos nunca vistos como, por ejemplo, los chuños, unas patatas negras secas de Ecuador; hojas de platanera congeladas para hacer tamales, el fufu, un preparado africano a base de mandioca y ñame; dulces y mermeladas de guayaba, o harcha y rghayef, unos panes típicos de Marruecos. Nombres que, hasta el día de hoy y para muchas personas, no resultan cotidianos pero que, poco a poco, se van ganando un espacio en las estanterías de cualquier despensa. Sancocho colombiano, cachapa venezolana, arroz congrí cubano, kefta marroquí, moqueca brasileña, tom yum tailandés… Son sólo algunos ejemplos de las especialidades culinarias que podemos descubrir, por fin, más cerca que nunca.