Confiesa que le gusta la tranquilidad y el clima. | Josep Bagur Gomila

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Partió de Viena muy joven; trabajó un tiempo en Alemania y después vivió siete años en Amsterdam. «Fui un jipi con todas las consecuencias en aquellos años», rememora Ronald cuando echa la vista atrás. Hasta que un día, de camino a Marruecos, se le estropeó el motor de su viejo Volkswagen cuando pasaba por Catalunya. Como no tenía dinero para la reparación, se puso a trabajar en un restaurante en Calafell. «Allí conocí a Sole, mi esposa, y nos enamoramos», recuerda.

¿Cómo se cruza Menorca en su destino?
— Llevábamos unos años viviendo en Barcelona y decidimos ir una temporada de nuevo a Austria, donde regentamos un pequeño hotel rural. Pero por distintas razones, entre ellas el clima, el ambiente y la mentalidad, llegó un momento en que no nos apetecía seguir viviendo allí. Fue entonces cuando una conocida nos habló de un bar que traspasaban en Menorca, y así, sin conocer la Isla ni a nadie, nos trasladamos a Ciutadella cuando nuestros hijos eran pequeños. Fue un poco como una aventura, empezar de nuevo.

¿Qué impresión le produjo cuando llegó?
— Al principio me constó bastante saber diferenciar entre lo que yo ya conocía de Catalunya y luego la mentalidad de una isla. Pero bueno, finalmente puedo decir que me enamoré de Menorca, y desde luego es mi segunda casa, aunque parte de mi corazón sigue todavía en Viena. Pero ya son muchos años fuera de allí, y ahora mis nietos son menorquines, i rallan menorquí també; éste ya es mi sitio.

¿Cómo fueron los comienzos profesionales?
— A nivel turístico, eran unos tiempos muy diferentes. Había poca cosa. Teníamos un negocio cerca de la Plaça de la Catedral, en la calle San Jerónimo, un local en un sótano que se llamaba La Cava, un bar en el que ofrecíamos embutidos típicos. Hay pocos trabajos dentro del ramo de la hostelería en los que no haya trabajado a lo largo de mi vida: friegaplatos, cocinero, chef de cocina, barman, y como dije antes, hasta regentamos un pequeño hotel. Pero finalmente acabé como guía turístico, yo ya organizaba caminatas, cuando el Camí de Cavalls no estaba abierto en su totalidad. También comencé a trabajar para distintas agencias.

¿Cuándo da el salto a trabajar definitivamente como guía?
— Hace unos 20 años aproximadamente...

Tiempo suficiente para conocer cada rincón de la Isla...
— Bueno, no cada rincón, pero casi. He recorrido varias veces el Camí de Cavalls. Un espacio con el que hoy día trabajo mucho, con diferentes formatos de excursiones, ya que hay gente que no puede caminar todo el día, pero sí que quieren conocer sitios importantes y espectaculares.

¿Ya no solo se busca sol y playa, sino un turismo mucho más activo?
— Mis programas están dirigidos a personas que están interesadas en algo más. Lógicamente, rico no me voy a hacer, porque mis grupos son de máximo ocho personas. Y a veces voy con dos o cuatro, aunque tengo que decir que este año la temporada turística ha ido muy bien. Cada vez hay más interés por parte de los turistas en estas actividades, y no de formar parte de grupos de 60 personas. Yo trabajo con algo mucho más personal, más humano, esa era mi idea, y de ahí el nombre de la empresa, Menorca Slow, para desacelerar un poco. De otra forma, en grupos más grandes pueden visitar muchas cosas y al final no ver nada. El Camí de Cavalls es un bien muy valorado por los visitantes, cada vez se conoce más.

Uno de los grandes tesoros de la Isla...
— El Camí de Cavalls traerá muchísima más gente, porque hay mucha afición al senderismo en el centro y norte de Europa. Mi abuelo ya pertenecía a un grupo de caminantes, era y es una actividad de tiempo libre muy popular, supongo porque resultaba barata, andar no cuesta tanto. Hace 20 años los clientes eran de 50 años para arriba, y en los últimos tiempos cada vez hay gente más joven.

¿Cuál es el perfil de cliente?
— Principalmente alemanes, ingleses, holandeses, españoles, italianos... Pero la gran mayoría germanos porque son la clientela de los touroperadores con los que trabajo. En temporada alta sufro un poco por cómo están las playas, porque supongo que a esta gente les enseñan fotos de calas desiertas. Entiendo que, en parte por los problemas en los países árabes, el turismo en Menorca seguirá al alza durante unos años. Y no sé hasta qué punto es interesante para la Isla, aunque tal y cómo es la temporada en el conjunto de todo el año, el problema es obvio.

La masificación es un problema...
— Yo creo que sí. A mí probablemente no me escucharán, pero yo pondría el cien por cien de atención al hecho de ser Reserva de la Biosfera, no puede venir todo el mundo a la vez a Menorca; pero la cuestión es que sí podríamos llenar la Isla también fuera de temporada...

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Y la clave para ello está en...
— Los vuelos directos, y más económicos. Muchas veces, principalmente clientes alemanes, me comentan que en invierno pueden venir a Mallorca por 70 euro, y luego dar el salto a Menorca cuesta 130... Sería muy interesante una tarifa única, pero también para los no residentes.

¿Trabaja todos los meses del año?
— Estoy dispuesto, pero no. En invierno no llama nadie.

¿Alguna excursión en lo que llevamos de mes?
— No. Aunque para los caminantes el clima no es un problema, porque andan durante todo el año, ya nieve o llueva. Como ellos mismos suelen decir, «no hay mal tiempo, hay mala ropa».

¿Cómo potenciaría el Camí de Cavalls?
— Lo principal es conservarlo lo más natural posible. Pero proyectos de los que se ha hablado, como transformar algunos de los faros para albergar gente, podrían tener sentido, por qué no. Yo creo que también habría que encontrar la manera de que los payeses participen del turismo, no solo con las molestias que genera. Yo, por ejemplo, en una de las excursiones visito a algunos para que puedan probar el queso, comprarlo si quieren, y les explico cómo funciona el trabajo en el campo. Hay que dejar que los payeses se ganen algo con el turismo.

¿Qué idea tenía de Menorca antes de aterrizar por primera vez?
— Ninguna, no sabíamos muy bien lo que nos esperaba. Pero nos apuntamos a venir porque teníamos muchas ganas de comenzar una nueva etapa. Nunca he tenido problemas con eso, en mi vida he empezado muchas veces de cero. Si en algo soy especialista es en eso, y la vida, tal y como me ha ido, me ha obligado varias veces a reinventarme.

Si tuviera que decir algo que no le gusta de Menorca sería... O, ¿qué podría mejorar?
— Creo que para los menorquines sería importante arreglar de una vez por todas ese problema de las conexiones aéreas. Considero que eso cambiaría muchos aspectos de la Isla, pero el trabajo sobre todo, un tema que es muy importante, especialmente para los jóvenes.

¿Viaja a menudo a su país?
— La verdad es que este año tiraremos un poco la casa por la ventana y viajaremos todos en Navidad. Mi madre todavía no conoce a dos de sus bisnietos. Es un regalo para todos.

¿Cómo está política y socialmente Austria?
— Desde aquí estoy a veces un poco sorprendido porque últimamente, y seguro que algo hay ya que el río suena, se habla de un país muy conservador y de derechas. Yo he crecido en Austria y casi siempre hemos tenido socialistas en el gobierno. Aunque mi corazón siempre ha estado a la izquierda, y siempre le estará, objetivamente hay que decir que la derecha de allí a lo mejor no tiene nada que ver con la derecha de aquí.

¿Qué planes de futuro tiene?
— Hace unos años nos compramos una ruina, una casa de payés de más de 200 años, y eso es lo que hago ahora en invierno, restaurarla poco a poco y trabajar en el huerto; intento cultivar verduras ecológica. Me interesa mucho ese campo, mi sueño sería Menorca Reserva de la Biosfera y que todo encaje con esa idea.

¿Cómo resume su experiencia menorquina?
— Ha habido de todo. He pasado mi evolución personal, con altibajos, pero hoy día, dentro de lo posible, estoy muy satisfecho de vivir aquí. Este es mi sitio, y en ello influye también el hecho de que mis nietos han nacido y crecido aquí.

¿Cuál es su rincón favorito de la Isla?
— Es una pregunta que me hacen muchos clientes y es difícil de responder. Muchos visitantes se sorprenden de la gran variedad de paisajes, de clima, y de vegetación en una Isla tan pequeña. La gran variedad de Menorca es fascinante, y eso es algo que me transmiten los turistas. Todo el mundo con ojos aprecia la belleza de Menorca. Creo que en Europa quedan pocos sitios tan conservados como esta Isla. He hecho de guía para gente de Ibiza que desde la cima de Monte Toro se echaban a llorar diciendo: «así era nuestra isla antes también». Creo que en su día fue muy importante que se frenara un macroproyecto como el de la carretera general. Hacer una infraestructura así para dos meses y estropear toda la Isla no tenía sentido.