Melanie Pina

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Su trabajo es además una forma de vida, algo que la empuja a crecer y que la llevó, hace ya un año, a un lugar que, de primeras, no inspiraba confianza a su familia. «Aún me acuerdo de los lloros y llantos de mi madre, lo pasó muy mal», confiesa esta menorquina que trabaja en la ciudad del lujo, Dubai. Había que romper ciertas barreras y prejuicios hacia la cultura árabe, su trato a la mujer y las restricciones religiosas que, según Melanie Pina, afectan a los emiratíes pero que a ella no le impiden llevar una vida que, a nivel laboral y personal, le está ofreciendo muchas satisfacciones.

¿Cómo decidió emigrar a Dubai?

— Yo estaba trabajando en un restaurante en Barcelona y vi una oferta de trabajo en internet de una cadena de restaurantes de Dubai que buscaba camareras, opté y me cogieron. Estuve allí los tres primeros meses. Es una cadena emiratí, Wafi, con restaurantes de distintas culturas y gastronomías y yo trabajé en el español, Seville's.

Le gustó y se quedó.

— Sí. Y entonces surgió una superoferta en la cadena Tragaluz, con mejores condiciones, en el distrito financiero, el pulmón de Dubai y uno de los lugares más ricos del mundo. En La Luz subí de nivel, ha sido nominado tres veces a los premios What's On como mejor restaurante de cocina mediterránea de Emiratos Árabes. Quería ir a crecer profesionalmente y lo hice hasta llegar a jefa de rango y sigo ahí, llevo siete meses.

Sus jefes entonces, ¿son también españoles?

— Sí, bueno en realidad tengo dos, porque allí no se puede montar un negocio sin un socio emiratí, así que tengo una jefa-propietaria española y otro árabe.

Parece que siempre tuvo sus objetivos muy definidos...

— Sí, tengo muy claro a lo que vine a Dubai. Mi trabajo ahora es mucho más que eso, es mi forma de vida; decidí irme de España con unas condiciones al principio no del todo buenas, a mi suerte, pero para hacer lo que me gusta y con el objetivo de crecer profesionalmente. Y en un año he crecido más que en tres temporadas en Menorca. Mi chef es discípulo de Ferran Adrià, estuvo en El Bulli, se llama Alain Devahive, y el director del restaurante es Peter-Paul Kleiss, sumiller y máster mundial de vinos. Me encanta la enología y poder tener mi propio negocio de hostelería es mi sueño.

Y todo empezó con una entrevista en Skype desde Barcelona. ¿No fue un poco aventurera?

— Sí, era un 'todo o nada' o me voy o me quedo, una aventura. Además al principio, por ser un país árabe, todo el mundo te dice «dónde te metes». Pero yo allí tengo libertad, es un país muy desarrollado. Es cierto que al ser musulmanes son restrictivos pero nadie se ha metido conmigo por ser occidental o por la forma de vestir.

Yo creo que Emiratos es distinto a otros países musulmanes, creo que a sus mujeres las cuidan, tengo amigas locales que van cubiertas porque quieren, ven normal que un hombre tenga varios matrimonios... Tienen su forma de vida. Y conducen, pero Maseratis, Ferrari y Porsche. Los emiratíes en general están muy protegidos por su gobierno, porque representan solo un 15 por ciento de la población que hay, el resto somos todos extranjeros.

Es un importante destino turístico, y eso debe influir.

— Sí, yo como occidental puedo profesar mi religión, ir a un restaurante y comer solomillo de cerdo, beber alcohol... Lo único es que no hay discotecas, están dentro de los hoteles y a las 3 de la madrugada cierra todo. Por otro lado está todo muy vigilado en cuanto a las entradas en el país, hay un elevado nivel de seguridad, también ciudadana. El robo de un bolso o de un teléfono móvil está muy castigado y con la renta que tienen no vale la pena.

¿Le proporcionan vivienda?

— Normalmente todas las empresas te dan alojamiento, que compartes con la gente del trabajo. Me dijeron que al llegar me esperarían mis compañeras de piso y allí estaban. He vivido con muchas nacionalidades: Uganda, Filipinas, Pakistán, Rusia... Y he aprendido de todas, algo de su país, de su cultura. Ahora comparto casa con una indonesia y una ucraniana.

¿Solo mujeres?

— Esa sí que es una ley emiratí, mujeres con mujeres y hombres con hombres. No puedes vivir con un hombre ni quedarte embarazada si no estás casada. Ahí sí que hay restricción. Pero estamos en un buen piso, en Al Ain Road, con tres habitaciones, y tenemos piscina y gimnasia.

Todo paraíso tiene su lado oscuro, ¿cuál es el de Dubai?

— Existe. Si miras por una ventana ves una ciudad increíblemente rica, en la que todo es posible y no existen los límites del dinero, pero por otra parte, cuando llevas un tiempo allí te das cuenta de que esos edificios inmensos y lujosos están construidos por personas de India, Pakistán u otros países que viven en condiciones infrahumanas y trabajan por sueldos muy bajos. Trabajo de sol a sol, porque es de noche y las obras continúan. A lo mejor cobran seis dirhams la hora, que es 1,5 euros. Lo que pasa es que 200 euros al cambio en rupias es un dineral, pero con eso en Dubai no vives.

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¿Y qué pasa con los europeos?

— Estamos en el nivel medio, bien valorados, y en restaurante cobras unas propinas altísimas y hay un 10 por ciento de tasa en la cuenta que se reparte entre los trabajadores. Yo gasto en el supermercado, en salir, en ocio... Pero no en vivienda. Libro dos días a la semana y en Dubai hay mucha diversión. Parques acuáticos y salas de discoteca de todo tipo y que ni siquiera estaban en mi imaginación, bares latinos, hindúes, árabes... Muchas noches diferentes. Es una ciudad que nunca duerme.

¿Ha podido viajar por los Emiratos y conocer otras ciudades?

— Sí, cuando estás en Dubai apetece conocer otros sitios, como Abu Dabi, que es una pasada de ciudad, Palm Island u Omán... Además desde el punto de vista laboral tienes las puertas abiertas para otras cosas aunque no tengas experiencia, no es como en España.

¿A qué se refiere?

— En España te dicen «si no tienes experiencia no te queremos» y en Dubai es al revés, te dicen «queremos enseñarte». Eso es un punto importante.

Pero habrá que dominar idiomas al menos.

— Sí, eso es imprescindible, yo vivo en inglés y en ruso.

¿Ruso en Emiratos?

— No es por la clientela, porque está mezclada pero la mayoría son locales, emiratíes. Pero hay mucho personal ruso y también ucranianos.

¿Qué tipo de clientes comen en La Luz?

— Al estar en el distrito financiero solemos tener gente de negocios, también matrimonios -no suelen venir niños-, altos cargos, ejecutivos, profesionales liberales. La verdad es que tiene mucho éxito, es uno de los mejores de cocina europea y también tenemos una carta muy amplia de vinos, trabajamos con bodegas de España, Francia y Nueva Zelanda. Aunque para seguir aprendiendo de vinos tendría que volver a la Unión Europea.

¿Y no entra en sus planes de momento?

— No, quiero seguir en restauración, a ver si consigo una titulación superior a la de jefa de sala, y pienso seguir en Dubai.

Oriente Medio es un polvorín, los refugiados huyen de Siria, crece el terrorismo... ¿Nada de eso se cuela en la dolce vita dubaití?

— Hay enormes controles de entrada al país, viven de cara al turismo y no, no han acogido refugiados y me parece que no se lo cuestionan. A mi alrededor esos no son temas de conversación ni en ningún sitio al que vayas. Da la sensación de que son muy suyos y no les interesa lo que pase fuera, aunque viajan mucho y España les encanta. Creen que somos los más amigables y sociables.

Alguna cosita echará de menos de lo que dejó atrás...

— Añoro mucho la naturaleza de Menorca. Dubai es artificial completamente, no existen los parajes naturales. No existen las estaciones, allí vives a 50 grados en verano y 30 grados en invierno. Claro que echas cosas de menos, lo primero es que a cada uno le tira su tierra, y segundo que cuando estás tanto tiempo en una ciudad tan difícil y complicada a nivel natural, te falta respirar aire natural como en Menorca.

Se fue para mejorar en su profesión y ahora es jefa de sala en un restaurante del distrito financiero

— Sí, tienes aires acondicionados a 16 grados y en la calle estás a 50 grados. No puedes ir a pasear por el campo y ver animales, es muy desértico, hay camellos como mucho. Todo está en centros comerciales, no hay ambientes naturales, incluso puedes ir a esquiar a una pista de nieve dentro de un centro comercial. Dubai es muy bonito como experiencia, pero no creo que es la ciudad en la que formar una familia y quedarse definitivamente.