El acusado Lluís V.G. ante el juez Bartomeu Mesquida durante la primera sesión del juicio, celebrada ayer en los juzgados de Maó | Javier Coll

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La estrategia de la acusación particular y el Ministerio Público se centró ayer en demostrar que Lluís V.G. conducía de forma peligrosa en la mañana del 1 de agosto de 2010 y con las facultades mermadas por la ingesta de alcohol, tal y como se recoge en el escrito de la Fiscalía.

Para ello prepararon una batería de testigos oculares que aquel día transitaban por la carretera general y se apercibieron de la presencia de un vehículo que circulaba de forma temeraria y haciendo adelantamientos arriesgados.

Patricio Junquera, instructor de conducción, aseguró que se cruzó con un coche blanco como el accidentado a una velocidad que calcula era de 130 a 138 kilómetros por hora. Susana Arce, quien testificó vía conferencia, recordó que un C3 blanco de las mismas características que el siniestrado, al que no vio la matrícula, se le pegó detrás mientras conducía en dirección a Maó «e invadía el carril contrario para adelantar» hasta que se apartó y lo dejó pasar.

Arce se dirigía al aeropuerto desde Ciutadella y afirmó a instancias de la defensa que el adelantamiento finalmente fue «correcto» pero consideró que la conducción del vehículo era «brusca o agresiva».

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En el mismo sentido se expresaron dos ciudadanos británicos, el matrimonio formado por David y Sarah Anderson, que viajaron expresamente desde el Reino Unido a Maó para testificar ayer en el juicio.

David Anderson aseguró estar seguro de que el coche que se pegó a la parte posterior del suyo y que le adelantó a más velocidad de la permitida era el conducido por Lluís V.G., por el tiempo transcurrido entre el adelantamiento y la colisión. Con la ayuda de un intérprete aseguró que vio cómo le intentaban adelantar y hacían «tonterías» los ocupantes del coche, hasta que le adelantaron y los perdió de vista para después encontrarse con el accidente.

José Manuel García, conductor de minibus que testificó por videoconferencia desde Granada, también corroboró que el mismo coche blanco le había intentado adelantar y que él mismo sacó la mano por la ventanilla para indicarle que no adelantara porque venían otros coches. No paró, afirmó el conductor del bus, porque ya había más gente asistiendo en la zona y «porque llevaba niños y no quería que vieran lo que vi yo», ya que en la carretera se hallaban restos desperdigados de los ciclistas muertos.

Oswaldo Sintes, taxista, ayudó al copiloto del coche a avisar al 112 ya que el joven no sabía ubicar el punto del siniestro, y especialmente duro fue el testimonio de otro conductor, Juan Eduardo Cendán, quien fue adelantado por el coche blanco y oyó el impacto del atropello para, momentos después, cuando se detuvo para ayudar y avisar al 061, ver el miembro seccionado de una de las víctimas.