Marta se define como una persona extrovertida, a la que resulta fácil amoldarse a otras culturas

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C umplió su primer sueño al dejar Ciutadella e irse a estudiar a Barcelona, y una beca Erasmus la llevó después hasta Florencia. «Allí me enamoré de Italia y de mi pareja», confiesa Marta Pereira Aguiló. Aquel otro estudiante alemán contribuyó, dos años y medio después de mantener su relación a distancia, a que diera un paso que ya le apetecía, vivir en otro país.

«Él fue un motivo pero no fue todo», aclara entre risas esta joven psicóloga, palmesana de nacimiento y ciutadellenca de adopción y corazón, que se reparte entre dos islas cuando puede viajar desde Alemania a visitar a familiares y amigas, que conserva a pesar del paso de los años.

¿Mallorquina o menorquina?
— Nací en Palma, pero muy pequeña, con seis años, llegué a Ciutadella. Mi padre era hotelero y por motivos de trabajo nos trasladamos a Menorca. Pasé allí mi infancia, la adolescencia y primera juventud, fui a La Consolación y al instituto Josep Maria Quadrado. Dejé la Isla no para volver a Mallorca, donde está mi familia, sino para ir a estudiar a Barcelona. Pero Menorca sigue siendo mi casa, forma parte de mí, paseo por las calles de Ciutadella y cada rincón es un recuerdo, es lo que más vinculo a mi infancia.

¿Qué le impulsó a instalarse en Alemania?
— Vine a Alemania por amor y por trabajo, aunque la verdad, también me apetecía salir. La posibilidad de que mi pareja, Moritz, viniera a Barcelona y se instalara allí era factible, no había crisis entonces, pero me surgió la posibilidad antes a mi.

¿Donde encontró esa oportunidad?
— En la Universidad de Bayreuth (ciudad situada a unos 200 kilómetros de distancia de Múnich), fue mi primer trabajo en Alemania, en el año 2008. Allí ejercí como asistente de investigación para un doctorado y la verdad es que me surgió un poco por casualidad, hablando con un chico en la cafetería de esa universidad, en la que ya trabajaba mi pareja, durante una de mis visitas. Antes, en Barcelona, yo había estado trabajando en la empresa ADECO, en recursos humanos, esa fue mi primera experiencia laboral y dentro de mi especialidad.

¿Y cómo llegó a la organización de patentes?
— Pues presenté mi curriculum y me contrataron en la Oficina Europea de Patentes, y la verdad es que fue una muy buena experiencia. Al principio siempre es difícil, todo es nuevo, tienes que amoldarte a las expectativas de los demás, también culturales porque son diferentes, y aprender a tomarte las cosas no como algo personal sino adaptándote a ese nuevo entorno, a otra comunicación e interacción.

Eso ya me pasó trabajando en la universidad. En la Oficina fijé mi perfil profesional y me ayudó a crecer y a enriquecerme a nivel personal porque tenía muchos intercambios culturales, trabajaba con gente de toda Europa.

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¿Pero hablaba el idioma?
— No, cuando llegué a Alemania no hablaba alemán, y eso era un handicap, conozco a muy poca gente que pueda encontrar trabajo aquí sin hablar la lengua, me refiero estando ya en el país; otra cosa es que una empresa española te traslade. Yo para trabajar en la universidad solo hablaba inglés, español e italiano, y me puse a por todas con el alemán. Cuando me sentí segura, después de ocho meses de haber llegado a Alemania, empecé a presentar curriculums y tuve suerte, porque me contrataron en la Oficina de Patentes. De todos modos, allí hay tres idiomas oficiales que son el inglés, el alemán y el francés.

¿Cómo funciona?
— Es una organización europea pero no es una institución de la Unión Europea. Es un ente independiente, también en cuanto a financiación, y que se regula por sí mismo mediante un convenio entre países. Yo como psicóloga trabajaba en el departamento de Recursos Humanos.

(La Oficina es el organismo encargado de aplicar el Convenio sobre la Patente Europea, que permite conseguir patentes con un procedimiento administrativo único y validez en todos los países que suscriben el acuerdo, la mayoría de la Unión Europea).

Su integración ha sido más fácil al contar con el apoyo de su compañero, imagino...
— Sí, así es, pero yo también soy una persona extrovertida, tengo mucha facilidad para entablar relaciones personales. El hecho de que empezara a trabajar en una universidad también me abrió mucho las puertas, porque era a un nivel estudiantil, en cierta manera.

Eso me dio la posibilidad de encontrar amigos rápido, hice muy buenas amistades, que son las que yo conseguí en ese periodo. Eso sí que me ayudó enormememente a integrarme en la sociedad alemana, porque eran estudiantes que también habían viajado, que habían hecho 'erasmus', abiertos y muy comprensivos. Que me ayudaban y entendían mis problemas, tuve mucha suerte de relacionarme con ellos, porque me tendieron una mano desde el principio, hablando inglés o español, porque algunos sabían, y eso ayudó a que me sintiera acogida y entendiera más rápido la cultura. Tengo otros amigos en Alemania que no tuvieron esa suerte.

¿Nota más presencia española ahora que cuando llegó?
— Sí, en los dos últimos años vas por Múnich, que es una ciudad bastante acogedora, no muy grande, y te giras y escuchas conversaciones en español. Es impresionante. Realmente viviendo en el extranjero se nota muchísimo cuanta gente hay que ha venido hacia países del norte para encontrar una mejor situación. Se nota el cambio, cuando yo llegué hace seis años era algo más excepcional.

¿Continúa trabajando en la Oficina de Patentes?
— No, ahora no, hace unos meses que acabó mi contrato y después de una época viajando por el mundo, ahora barajo varios proyectos profesionales y personales, entre ellos, casarme con mi pareja, que ha pedido un traslado a Estados Unidos o Canadá. Así que ahora mismo estoy en un momento de cambio, en una encrucijada, creo que lo más probable es que continúe mi formación en el campo de la psicología clínica o de empresa, o como coach personal, porque estamos pendientes de ese traslado y a partir de ahí, deberé empezar de nuevo en otro país. Creo que es mejor ahora formarme que no empezar un trabajo que en poco tiempo tendré que dejar.

¿Todavía vuelve a Menorca?
— Sí, tengo muy buenas amigas del colegio y del instituto, somos un grupo de chicas bien avenido y nos queremos muchísimo. Así que intento, y hasta ahora lo estoy consiguiendo, mínimamente ir a la Isla una vez al año, y solo las voy a ver a ellas, porque ya no tengo a nadie más allí (ríe). Cuesta dinero y energía, y cuando digo a mi familia que me voy a Menorca y no a Mallorca a veces se enfadan un poco. En ocasiones especiales también voy, por ejemplo el año pasado al concierto de Ja t'ho diré. El «Si véns» tuve que ir a escucharlo en persona y celebrarlo otra vez con mis amigas, y recordar cuando teníamos 15 años y bailábamos juntas. Fue muy bonito.