En Gananoque (Ontario), donde Pedro y un grupo de amigos practicaron un salto en paracaidas | P.S.

TW
8

Si lo piensas bien, lo peor que te puede pasar es que tengas que volver». Con esa premisa como punto de partida, y la experiencia de largos inviernos en paro, tras perder su empleo de diez años en el concesionario Nissan de Ciutadella, Pedro Sintes Gomila puso rumbo a Canadá hace casi un año.

Eligió su destino de manera pragmática: la práctica del inglés, su deseo de salir de Europa y el precio del billete -porque la opción de ir a Australia resultó ser demasiado cara-, inclinaron la balanza en favor de Toronto. Pero sobre todo, pesó el hecho de no tener un trabajo estable, durante todo el año, que le permitiera pagar la hipoteca de su vivienda en la Isla.

¿Cómo va por ahora su aventura en tierras canadienses?
– Me ha salido bien y realmente fue una aventura, porque no conocía a nadie. Hice las primeras paradas en Barcelona y Londres, haciendo coachsurfing en casas de amigos, gente de Ciutadella que me ayudó y a la que estoy muy agradecido. Ahora tengo un trabajo y estoy contento, es mejor que estar aquí en invierno con las manos cruzadas.

¿Cómo fueron los inicios?
– Pasé dos semanas en un albergue, compartiendo habitación, creo que es la mejor manera de conocer gente y no sentirse solo. Y el día lo dedicaba a buscar empleo. Me salió una vivienda para compartir por 375 dólares, que es un precio que está bien, y mi primer compañero de casa, que era mexicano, me ayudó a conseguir una entrevista de trabajo con mi actual jefa, que es argentina. El poder hablar español entre nosotros también lo hizo más fácil, hay una conexión. Y así empecé a trabajar en una cadena de supermercados.

¿Como administrativo?
– No, aquí trabajar de lo tuyo es díficil, debes tener experiencia en empresas canadienses. Se puede adquirir mediante voluntariado, así es como lo han hecho otros amigos universitarios, pero yo no me lo podía permitir. Así que me encargo de la limpieza y también reviso constantemente que todo esté perfecto en el supermercado. Aquí es un trabajo bien visto, ganas más que en otros puestos.

¿Fue imposible encontrar otro empleo en Menorca?
– Trabajé durante tres temporadas, en un negocio de alquiler de motos. Pero hay dos Menorcas, verano e invierno. Veía que fuera de temporada no salía nada y no me daba para vivir todo el año. Estuve cinco meses en Elche y otros seis meses en Bristol. Pero tenía que pagar la hipoteca y acabé alquilando el piso, que compré en plena burbuja inmobiliaria, y viviendo en casa de mi madre. No podía seguir así, tenía que moverme.

¿Son los canadienses tan fríos como su climatología?
– Con lo friolero que soy (ríe) y me he ido a Canadá. Lo que más me llama la atención de la gente aquí es su mentalidad de hacer dinero. Hay compañeros que son estudiantes y luego trabajan media jornada de reponedores, o gente que tiene dos trabajos, una de jornada completa y otro de media. Creo que aquí si quieres puedes trabajar 24 horas y nadie dice nada. Yo también trabajo mucho, y nunca lo había hecho en una gran ciudad, pero también intento sacar tiempo para disfrutar y hacer mis cosas.

Noticias relacionadas

¿Se ha adaptado bien?
– Sí, Toronto es una ciudad con mucha emigración, multicultural. Hacía una semana que había llegado y oí a un grupo que hablaba catalán. ¡Estoy en Toronto y xerro en pla! Ahora ya son amigos, nos juntamos catalanes, madrileños, asturianos, gallegos, salmantinos... La mayoría de los españoles que conozco trabajan en una empresa que está ampliando el metro de la ciudad, que solo tiene dos lineas.

¿Con billete de vuelta?
– No, todos no piensan en volver a España, no por ahora. Y es curioso, en el Casal hay dos tipos de emigrantes, los mayores, los de antes, y los que somos más jóvenes, no hay tanta gente de entre 40 y 60 años. De todos modos, aquí no hay tantos españoles, por eso piensan que somos sudamericanos, aunque ahora empiezan a venir más.

¿Es complicado obtener un visado?
– Los están recortando, yo quiero alargar mi estancia legalmente, aunque es complicado obtener un permiso de trabajo permanente. Mi idea es quedarme dos años más y luego ya se verá. Me llamó mucho la atención una frase que leí mientras tramitaba el visado, «Venir a Canadá no es un derecho, es un privilegio».

¿Se siente privilegiado?
– Me siento muy feliz de la decisión que tomé, en Menorca sigue todo muy parado. Vivo en un espacio pequeño, lo justo para dormir, cocinar y asearme pero no necesito más, no paso mucho tiempo en casa, siempre estoy ocupado.

¿Ha podido visitar el país?
– He visitado Montreal, que me gusta mucho, la zona francófona de Canadá es más europea que Toronto, que tiene un estilo más americano. También he conocido las cataratas del Niágara, he ido de camping a Kawarta Lakes, en el norte; un lugar precioso donde teníamos que colgar las bolsas de comida de los árboles para que no la cogieran los osos. Y lié a mis amigos para saltar en paracaidas en Gananoque, porque así en grupo salía más barato ¡Saltamos doce valientes! También intentó hacer deporte, me gusta jugar al baloncesto.

Todo eso ¿a cuántos grados bajo cero?
– Con la ola de frío de finales de diciembre la sensación térmica llegó a -45 grados, pero ese momento me pilló en casa durmiendo. Claro que cuando salí a trabajar había -37 grados... Pero está todo muy acondicionado, los autobuses, las casas, los bares... Pasas frío cuando sales. He resbalado y me he caído tres veces, y estuve dos noches sin luz ni calefacción, me tuve que ir a dormir a casa de una amiga.

No hay sorpresas entonces, seguro que añora el calor del Mediterráneo...
– Sí, sí, echo de menos el sol y la playa. Hay un lago pero aún no me he metido, solo he nadado una vez, ¡en la piscina de un parque de atracciones! También ha sido la primera vez que me he perdido las fiestas de Sant Joan, lo pasé mal, pero mi madre me envió un paquete con gin para ahogar la pena (ríe). La comida también se añora, cada vez que llega un paquete de la madre de alguno de los amigos, sobre todo si lleva jamón serrano y embutidos, nos reunimos todos para probarlo.