Eduardo y Luis, nieto e hijo del escultor, respectivamente, el pasado viernes en la Illa del Rei. | Gemma Andreu

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Míkel Chillida, nieto del escultor Eduardo Chillida y director de desarrollo del museo dedicado al artista, ha asistido este fin de semana en Menorca a la inauguración de la muestra internacional que la galería Hauser & Wirth centra en la inspiración y el vínculo que mantenía con una Isla que le «relajaba».

- ¿Qué supuso Menorca para Chillida?
- Un poco de libertad. Era una persona muy rutinaria y estricta en su manera de trabajar, muy metódica. No entendía aquello de que al artista le pillen las musas trabajando, pero cada vez que veníamos a la isla percibía que se toleraba más a sí mismo. En San Sebastián todos los domingos nos juntábamos para comer en familia, pero siempre en el seno del hogar. En cambio, cuando estábamos en Mahón acostumbraba a salir con el llaüt o a cenar a Es Castell. Menorca le daba oxígeno, estaba más relajado.

- ¿Y eso se reflejó en su obra?
- Sí, todo va unido. Las 'lurras' o las gravitaciones son un reflejo de esta dualidad: el contraste entre la luz negra del Atlántico, y el carácter más pesado y hacia adentro de los vascos, y la luz blanca del Mediterráneo, en que todo va más para arriba. Eso se notaba sobre todo en el estudio que montó en la casa familiar de 'Quatre Vents', donde era como si el aire pesara menos.

- ¿Qué tenía la casa de especial?
- Era un terreno enorme, una casa familiar muy grande, con un frontón, pero tradicional. Mis abuelos venían dos o tres meses cada verano y las diferentes familias (somos ocho hijos y 27 nietos) nos íbamos turnando por temporadas. La casa tenía un entorno totalmente natural y protegido. Eduardo hasta se montó un espacio al aire libre en la parte de atrás de la casa para trabajar las lurras. Era un lugar genial, ideal para relajarte.

- ¿Cómo recuerda sus veranos en la isla?
- En 1989, cuando compraron la casa, yo apenas tenía 7 años, y cuando él falleció, 20. Pasé toda mi etapa de infancia aquí. Le recuerdo en la piscina con un flotador de rueda de camión y una camiseta de tiras que no se quitaba ni para bañarse. En Menorca se tomaba licencias y dejaba de ser tan estricto. Al empezar el verano iba colgando sus creaciones y, según avanzaban los meses, iba llenando la pared de obras en papel. Según el volumen, podías saber si ya estábamos llegando o no al final del verano.

- ¿Cómo surgió la idea de crear esta exposición que reconecta la obra del artista con su lugar de veraneo e inspiración?
- Desde el primer momento en que Hauser & Wirth se estableció en Menorca, hace cuatro años, vimos que, de manera natural, acabaría pasando. Menorca era un lugar señalado en la vida de Eduardo y en algún momento tenía que producirse. El centenario es el motivo perfecto para esta iniciativa.

- Pero desde Alcaufar no puede divisarse la isla del Rey, donde está la galería de Hauser & Wirth.
- No, no se ve, pero aún tenemos el llaüt y, hacer la travesía entre la bocana del puerto de Maó y Alcaufar sigue siendo algo precioso.

- ¿Ha elegido las obras que mejor representan el vínculo de Eduardo Chillida con Menorca?
- Es un mix. No solo se expone su obra creada en Menorca, sino que va más allá. Representa la obra del artista en toda su plenitud, exhibiendo también las estructuras de acero que no trabajó aquí, pero forman parte igualmente de su universo. Él decía que Menorca es una isla de piedra y viento, y era muy habitual ir a ver los talayots y las canteras. Aquí hay una cultura de la piedra muy importante y los granitos que elaboraba son de la década de los 90, cuando ya había empezado a veranear en la isla, por lo que seguro que le influyó.

- ¿Qué fragmentos de la Menorca que le inspiró están en el museo Chillida Leku?
- Aparte de las gravitaciones y obras en papel, están las lurras. En ellas se aprecia la esencia más mediterránea que le marcó durante su etapa creativa.

- ¿Qué otros actos aguardan en la conmemoración del centenario de su nacimiento?
- Empezamos la conmemoración este año con la idea de prolongarla hasta 2026. El próximo martes inauguramos una exposición en Chillida Leku junto a Fundación Telefónica, que también cumple 100 años y alberga una de las colecciones más importantes de su obra que, de este modo, vuelve a casa. En junio también estrenamos otras dos muestras en San Sebastián, en San Telmo y en Tabacalera, y a final de año en el museo de arte contemporáneo del País Vasco, en Álava. Para 2025 quedarán otras inauguraciones en Valladolid y en el museo de arte de San Diego, en Estados Unidos.