Brendemühl acaba de presentar su última película en el Festival de Málaga. | Lluís Tudela

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Àlex Brendemühl (Barcelona, 1972) no es menorquín de nacimiento pero siente un vínculo muy especial con esta tierra desde bien pequeño. El intérprete está viviendo actualmente uno de sus momentos más dulces. Ha ganado el Gaudí al mejor actor secundario por «Creatura», papel que le valió también una nominación al Goya y en la actualidad es noticia por el estreno en Prime Video de la serie «Reina Roja». Hablamos con él tras su reciente paso por el Festival de Málaga, donde ha presentado uno de sus próximos trabajos.

¿Qué tal han recibido «Hate songs» en la ciudad andaluza?

— La verdad es que ha sido un año extraño en Málaga, me ha dado la impresión de que había muchas películas. Ha habido un overbooking y eso ha hecho un poco que se dispersase la atención. El festival está creciendo y tienen que encontrar un poco la dimensión, porque si no se difuminan un poco las películas. Pero los periodistas y el público que la pudieron ver quedaron muy impactados porque es una película dura, pero seria y rigurosa.

Un filme basado en hechos reales, y eso supongo que siempre supone un aliciente también a la hora de trabajar. Pero ¿qué es lo que más pesa a la hora de escoger proyectos?

—Trata un tema tan duro como el genocidio de Ruanda. Pude construir el personaje a partir de un referente real que te inspira y en el que puedes encontrar miradas, actitudes, comportamientos y eso es un ejercicio que siempre es interesante. Pero en general, lo que priorizo a la hora de elegir un proyecto es que me atraiga el guion, el equipo que hay detrás del director, el talento de los actores y actrices y, sobre todo, escuchar mucho mis intuiciones.

¿Fue eso lo que hizo para embarcarse en «Reina Roja»?

—No conocía la trilogía, ni estaba familiarizado con el fenómeno «Reina Roja». Recuerdo que estaba rodando en Alemania y desde el hotel me conecté con Madrid con los showrunners de la serie y estuvimos armando el personaje a partir de intuiciones que tenía. Me di cuenta de que estaba frente a un fenómeno importante.

Tiene una filmografía muy sólida con cerca de un centenar de títulos. ¿Cómo le ha cambiado la vida desde que debutara en 1999 con «Un banco en el parque»?

—Me hace gracia que me hables de esa película porque realmente fue el primer protagonista que hice en el cine y para mí fue muy importante a pesar de que era una película muy independiente que pasó, digamos, sin pena ni gloria. Me dio la confianza de decir ‘puedo tirar del carro, puedo ser protagonista de una película’. Respecto al Àlex que era entonces, creo que soy el mismo, con la misma curiosidad, las mismas inseguridades que tenía en aquel momento, pero desde la tranquilidad de que ya no tienes que demostrar a nadie nada más que a ti mismo. De alguna manera, el peor enemigo es uno mismo, el que cuestiona, te exige y te pide la excelencia. En ese sentido, creo que conservo la misma curiosidad, ambición y exigencia que el primer día. Pero bueno, también hay cosas que se acentúan y te encuentras con los mismos miedos el primer día cuando arrancas un proyecto, pero también la misma excitación.

Al final, ese es el motor que mueve una carrera.

—Con el tiempo me he ido dando cuenta del lugar que ocupa esta profesión en mi vida, que en el fondo también es una afición y una pasión que ocupa y llena muchos espacios. Es un placer dedicarte a algo que te hace aprender y te hace crecer cada día, constantemente. Ha habido momentos que igual no ha sido así, y entonces he emprendido proyectos míos. Creo que es una parte muy interesante el poder ser la voz de inquietudes y temas que te interesan tocar y contar historias. Es una profesión que me gusta observarla desde otros puntos de vista, escribiendo guiones, dirigiendo...

¿En qué plano quedan esas facetas en este momento?

—He vuelto a escribir y estoy con un proyecto que espero poder rodar el próximo año. Es un guion de largometraje para el que confío poder conseguir financiación. Tengo muchas ganas, me da mucho vértigo y respeto, pero bueno, al final hay que tirarse a la piscina y creer en los proyectos que quieres contar.

¿Podríamos decir que está en el mejor momento de su carrera?

—Lo que puedo decir es que se están cumpliendo muchas cosas que hacía años que me apetecían, como la nominación al Goya. Estar en proyectos populares que lleguen al público como «Reina Roja» o «Furias», que también está yendo muy bien en Netflix. Un momento en el que poder seguir haciendo proyectos más pequeños y comprometidos. Es una época muy buena, no sé si la mejor, porque siempre creo que llegarán momentos mejores. En todo caso, es fruto de una tendencia de los últimos años de haber podido hacer proyectos de índole muy diferente.

Acostumbra a trabajar en proyectos internacionales. ¿Cómo cree que se ve actualmente el cine español, ha cambiado la percepción desde fuera?

—Cuando empecé a trabajar más en Francia y Alemania coincidió con un momento en que aquí había crisis. La industria estaba como apagada, ibas a los festivales y no había presencia de películas españolas. Parece que nos hemos quitado los complejos y estamos en un momento interesante en el que se reconoce nuestra industria a muchos niveles. Desde las películas que están ahora nominadas a los Oscars pasando por los grandes festivales, como Berlín, Cannes, Venecia, donde ganamos premios. Creo que es un buen momento y hay que aprovecharlo y disfrutarlo.

Cambiamos de tema. ¿Qué relación tiene con Menorca?

—Mis padres tienen una casa en Es Migjorn Gran y desde los tres años he pasado temporadas en Menorca. Para mí es un referente, es casa. Es Migjorn Gran es para mí una isla dentro de la isla, un lugar de confort, de tranquilidad. Hay mucha humanidad en todos esos momentos que me unen a la gente del pueblo, los paseos, los paisajes, los baños en Santo Tomás, las fiestas del pueblo, la banda, en la que he llegado a tocar. Eso también te hace entrar de pleno en el pulmón de la identidad. Es una isla que te hace, sobre todo, encontrarte a ti mismo.

Y como plató de cine, ¿qué le parece?

—Rodé hace muchos años «Razones sentimentales». Fue una suerte y me quedé con ganas de rodar más. Me gustaría volver a hacerlo, me parece que es un plató muy atractivo y muy interesante y me consta que hay una asociación de gente que la está impulsado como plató. Pero también te digo que hay un sentimiento contradictorio, porque siempre queremos preservar la isla para nosotros y todo crecimiento supone que venga más gente de fuera. El boom turístico de los últimos años ha sido muy bueno para gente que se ha podido enriquecer, pero también ha habido en muchos aspectos un crecimiento muy salvaje, lo que en cierto sentido supone muchas incomodidades y también una alteración a nivel de cómo se organiza la vida, la sociedad, la arquitectura y el espacio.